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202| En el Jardín de la Sabiduría Capítulo Seis: El encuentro
igual que Rabí Najman, sufrían de tuberculosis, así que no
quisieron comer el queso. Rabí Natan no quiso comer solo,
por lo que le dijo a Rabí Naftali: “Come el queso, que no te va
a hacer ningún daño”.
Rabí Naftali le respondió: “¿Tú me dices eso? ¡Que me lo diga
Rabenu (Rabí Najman)!”. Entonces Rabí Najman le dijo que sí,
que comiera el queso.
En el camino de regreso, Rabí Naftali empezó a toser. Rabí
Najman dijo: “¿Ves? Ya no es la misma tos de antes…”.
Hasta un pedazo de queso es capaz de curar si así Hashem lo
decide.
El Sabiondo, siendo médico, se atribuía los éxitos y los fracasos
a sí mismo. Y es por ese motivo que su estado de ánimo sufría
marcados altibajos dependiendo de lo que dijera la gente.
Su esfuerzo por curar a los enfermos no iba acompañado de
emuná. En vez de verse a sí mismo como un mero emisario
de Hashem para curar a los enfermos, él tenía como objetivo
obtener fortuna y prestigio. Y por eso al final no obtuvo ni lo
uno ni lo otro.
Esta es una gran lección para todos nosotros: la persona que
busca solamente honor y prestigio jamás podrá ser feliz en la
vida, porque siempre habrá por lo menos una persona que se
le enfrente y le arruine todo o no le dispense todos los honores
que él piensa que se merece.
Por ejemplo, el malvado Hamán de la historia de Purim era
virrey del poderosísimo Imperio Persa, que estaba compuesto
de ciento veintisiete naciones. Su fortuna y su prestigio eran
imposibles de describir con palabras. Sin embargo, bastó con
que una sola persona, Mordejai, no se postrara ante él para
que afirmara: “Todo lo que poseo no me vale de nada cada
vez que veo a Mordejai…”.
Cada vez que te sientas desilusionado por el hecho de que
las buenas acciones que hiciste no te dan los resultados que
esperabas, o si sientes que los demás no saben apreciar como
| 199 abrieron el cofre. Al ver que solamente contenía polvo, los ojos Ante la atenta mirada del César, los miembros del séquito real pasar. lleno de tesoros para el emperador. De inmediato lo hicieron guardias que él, e
Esa es la genuina felicidad, la alegría interior que no depende
de ninguna otra cosa. Esa felicidad no acaba nunca. Y debido
a que el Simple siente compasión de su amigo Sabiondo, lo
bendice así:
Entonces el Simple le dijo: “Ojalá pudieras alcanzar mi
nivel…”.
El Simple bendice al Sabiondo deseándole que sea como él.
Hasta este momento el Simple había respetado mucho la
inteligencia del Sabiondo y lo había valorado enormemente.
También se había sentido feliz de poder hospedarlo y servirlo
en su propia casa y seguramente lo debe haber considerado
un gran honor, porque todavía no se había percatado de hasta
qué punto la inteligencia del Sabiondo era algo malo. Pero
ahora que ve que el Sabiondo está a un nivel tan inferior al
suyo, siente pena por él.
Esto es lo que dijo Rabí Najman de Breslev al afirmar que la
más grande sabiduría es no ser sabio en absoluto, tal como
escribe en Likutey Moharán Segunda Parte lección 44: “La
persona debe deshacerse del intelecto y servir a Hashem con
absoluta simplicidad sin nada de sabidurías. Esa es la más
grande sabiduría que existe: no ser sabio en absoluto. Porque
en realidad no existe ningún sabio en el mundo: ‘Y no hay
sabiduría ni hay entendimiento contra Hashem’ (Proverbios 21)”.
Rabí Najman contó acerca de sí mismo que apenas tuvo razón
de ser alcanzó esta sabiduría –que no hace falta ser sabio– tal
como explica en el libro Shivjei Moharán – Alabanzas de Rabí
Najman 12: “Y así servía a Hashem con todo tipo de servicios
espirituales simples, sin ninguna astucia en absoluto, a pesar
de que en realidad era un gran sabio y poseía una sabiduría
extraordinaria, ya desde su temprana infancia y en su
juventud, cuando era ya famoso. A pesar de todo, no utilizó
ninguna sabiduría en el servicio de Hashem sino que actuaba
con gran simplicidad: estudiaba mucha Torá, cumplía con los
preceptos y oraba profusamente, expresándose ante Hashem.
Esa era esencialmente su gran sabiduría…”.