Page 36 - Confesiones de mi alumno
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VI
Los estudiantes vienen y van y de todos lados se oyen gritos y risas; parecen
tan felices haciendo nada. Aquí vienen a desafiar la autoridad del docente y van
a sus casas a despertar la ira de sus padres.
Estaba en la sala de profesores, mientras los muchachos jugaban, cuando de
la nada apareció Enrique diciendo:
―¡Profe, profe, tuve una pesadilla!
―Más tarde me cuentas, ahora estoy ocupado ―le respondí. Entonces se
retiró y seguí leyendo un documento que me había entregado la coordinadora.
Solo lo miraba sin comprender, como para hacer hora.
Ya se acabó el recreo, y luego será cambio de hora. Pronto se oirán las últimas
timbradas indicando la salida. Y todos saldrán apurados como escapando de la
rutina y de las clases aburridas. Los últimos en irse, siempre son los profes.
Ahí están los jóvenes haciendo bulla en las calles, reunidos en cada esquina, y
que triste son ellas cuando no hay alumnos. Por ahí también están las parejitas
abrazándose, ellos creen que no sabemos, pero los profes sabemos y a veces
fingimos no saber nada de ellos. Ahí también estaba Enrique, parado como un
poste en la esquina, esperando a su compañera o esperándome simplemente.
―¿Qué haces aquí, no tienes casa? ¡Vaya a su casa, que ya es tarde! le ordene.
―Te ayudo, profe. ―Hablo, y al ver que traía muchos cuadernos tomo algunos
para quitármelos de encima.
―Profe, quiero contarte mi sueño ―volvió a hablar.
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