Page 142 - Auge y caída del antiguo Egipto
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para su soberano.
Igualmente valiosa debió de ser la información que aportaron sobre los
acontecimientos políticos acaecidos en Nubia. Tan preocupantes eran los
informes que Harjuf fue enviado a Yam por segunda vez. Renunciando a la
excusa de la expedición comercial, el intrépido viajero reconoció el verdadero
propósito de su misión, de ocho meses de duración: «Volví a recorrer la región
del reino del gobernante de Satyu e Irtyet, tras haber abierto esos territorios
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extranjeros». A su regreso, Harjuf informaría a su señor de un alarmante
acontecimiento en la geografía política de la Baja Nubia: la población local,
durante tanto tiempo sumisa a los egipcios, daba señales de querer reafirmar su
autonomía. La convergencia de distritos como Satyu e Irtyet constituía una
peligrosa señal de alarma que Egipto no podía permitirse el lujo de ignorar.
Teniendo en cuenta esas nuevas realidades políticas, en su tercera expedición
a Yam, Harjuf evitó meticulosamente el valle del río, siguiendo en cambio la ruta
de los oasis. A su llegada a Yam, Harjuf descubrió consternado que su
gobernante se había marchado para librar su propia batalla contra el pueblo
tyemeh del sudeste de Libia. Las viejas certidumbres políticas se tambaleaban, y
la inestabilidad se había apoderado de todos los territorios del nordeste de
África. Lejos de arredrarse, Harjuf partió de inmediato en busca del jefe yamita,
siguiéndolo hasta el territorio tyemeh. Se produjo el encuentro, y los dos
hombres concluyeron sus negociaciones de forma satisfactoria para ambos.
Harjuf inició entonces el regreso «con trescientos burros, cargados con incienso,
ébano, aceites preciosos, grano, pieles de pantera, colmillos de elefante y
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bastones arrojadizos; todo ello un buen tributo». Sin embargo, la situación en la
Baja Nubia era por entonces más peligrosa que nunca para un enviado egipcio.
Harjuf no tardó en descubrir que el jefe de Satyu e Irtyet había añadido toda el
área de Uauat (la Baja Nubia al norte de la segunda catarata) a su creciente
territorio. Un jefe tan poderoso no podía permitir que Harjuf y su considerable
botín se fueran de rositas. Solo la presencia de una escolta armada proporcionada
por los yamitas permitió a Harjuf continuar su viaje sin interferencias.