Page 138 - Auge y caída del antiguo Egipto
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delta, hasta Abedyu y Gebtu (la actual Qift), en el Alto Egipto (en cambio, los
               templos  dedicados  a  los  dioses  locales  seguían  siendo  prácticamente

               desconocidos en un país donde las obras públicas se centraban íntegramente en

               la realeza). Pero, por más que aquellas audaces afirmaciones arquitectónicas del
               poder del rey pudieran convencer a la plebe, resultaban menos efectivas a la hora

               de contener la disensión en su propio entorno.

                  La  mejor  información  de  la  que  disponemos  sobre  la  política  palaciega

               durante  los  cuarenta  años  del  reinado  de  Pepy  (2315-2275)  proviene  de  la
               autobiografía de un cortesano de carrera llamado Ueni, tal como aparece en su

               tumba. Este ascendió desde un humilde puesto como vigilante de almacén hasta

               ocupar un cargo financiero en la administración de palacio. En su momento, la
               proximidad  al  rey  le  proporcionó  la  oportunidad  de  progresar,  y  Ueni  fue

               ascendido a «supervisor del guardarropa» y a jefe de la guardia palaciega, un

               puesto clave de confianza del monarca. Como muestra de la fe que su soberano

               había depositado en él, a Ueni se le dio la responsabilidad de diversos asuntos
               judiciales  delicados:  «Yo  vi  un  caso  solo  con  el  visir,  en  completa  confianza.

                                                                        2
               [Actué] en nombre del rey para el harén real…».  El harén real, formado por las
               familias  de  las  parientes  femeninas  y  las  esposas  menores  del  rey,  era  una
               importante  institución  por  derecho  propio.  Poseía  tierras,  regentaba  talleres

               (especialmente  de  manufactura  textil)  y  constituía,  así,  una  potencial  base  de

               poder  para  cualquier  rival  ambicioso  del  rey  que  en  ese  momento  ocupara  el
               trono. A lo largo de toda la historia del antiguo Egipto, las intrigas palaciegas y

               los intentos de golpe de Estado se originarían con frecuencia en el interior del

               harén. Resultaba, pues, de vital importancia para el rey tener a alguien dentro en
               quien  confiar  incondicionalmente,  alguien  que  pudiera  vigilar  para  luego

               informar a su real amo. Con Ueni, el rey supo elegir bien; gracias a su diligencia,

               se  descubrió  un  complot  contra  Pepy  I  antes  de  que  los  sediciosos  pudieran

               lograr sus objetivos. Para mantener bajo control la posibilidad de tan peligroso
               acto de traición, el asunto debía ser investigado y sus responsables, llevados ante

               la justicia de manera rápida y silenciosa. Ueni cumplió diligentemente:
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