Page 143 - Auge y caída del antiguo Egipto
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De repente, Egipto ya no era la única potencia importante del valle del Nilo.
               Ante sus mismas narices, unos arribistas jefes nubios habían pasado a tomar el

               control  de  la  situación,  amenazando  un  dominio  que,  como  era  el  de  Egipto,

               tenía siglos de antigüedad. Aquello representaba un drástico cambio de fortuna
               para  la  nación  más  próspera  y  estable  del  mundo  antiguo.  Solo  mediante  un

               liderazgo  decisivo  se  podía  confiar  en  restaurar  la  hegemonía  egipcia.  Sin

               embargo, poco después del retorno de Harjuf, Merenra murió, dejando el trono a

               un niño de seis años. El joven rey, Neferkara Pepy II, no estaba en situación de
               ofrecer ninguna clase de guía a su asediado país. Dentro del territorio egipcio,

               pasó a ejercer el gobierno un consejo de regencia dirigido por la madre y el tío

               del  rey.  Y,  en  cuanto  a  los  asuntos  exteriores,  parece  ser  que  sus  inexpertos
               consejeros decidieron mantener una apariencia de continuidad enviando a Harjuf

               a  su  cuarto  (y  último)  viaje  a  Yam.  Sin  embargo,  al  parecer  esta  vez  había

               desaparecido el motivo de las anteriores misiones, recopilar información, y en su

               lugar iba a tratarse de una expedición comercial a la antigua usanza, con objeto
               de  obtener  tributos  exóticos  para  el  nuevo  soberano.  La  misión  serviría

               públicamente para proclamar la continuidad de la autoridad de Egipto sobre los

               territorios  vecinos,  por  más  que  dicha  autoridad  estuviera  menguando.  Era  el
               equivalente, en el antiguo Egipto, de dedicarse a tocar el arpa mientras Roma

               ardía.

                  Harjuf cumplió lealmente sus nuevas órdenes y encontró justo el trofeo que
               podía deleitar a su monarca de seis años, «un pigmeo de las danzas divinas de la

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               tierra de los habitantes del horizonte».  Las noticias de su pigmeo danzante del
               otro  rincón  del  mundo  llegaron  a  oídos  del  joven  rey.  Pepy  II  se  apresuró
               entonces a escribir una excitada carta a Harjuf, instándole a que se apresurara a

               volver a la residencia real con su preciosa chuchería humana:


                    ¡Ven de inmediato hacia el norte, a la Residencia! Apresúrate y trae contigo a ese pigmeo … para
                  deleitar el corazón del Doble Rey Neferkara que vive para siempre. Cuando vaya contigo en el barco,
                  designa a personas destacadas para que se pongan alrededor de él en ambos lados del barco, ¡no vaya a
                  caerse  al  agua!  Cuando  se  acueste  por  la  noche,  designa  a  personas  destacadas  para  que  se  tumben
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