Page 144 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 144

alrededor  de  él  en  su  hamaca.  ¡Inspecciónale  diez  veces  cada  noche!  ¡Mi  Majestad  desea  ver  a  ese
                                                          9
                  pigmeo más que el tributo del Sinaí y de Punt!


                  Recibir correspondencia personal del rey (aunque fuera un niño de seis años)

               representaba  el  máximo  elogio  para  un  funcionario  egipcio,  y  Harjuf  haría
               inscribir el texto completo de la real misiva en la fachada de su tumba, en un

               lugar  destacado  junto  al  relato  de  sus  cuatro  expediciones  épicas.  Había  de

               representar un eterno testimonio del favor de su soberano.
                  Puede que el infantil entusiasmo de Pepy II conmoviera el corazón de un viejo

               sirviente,  pero  difícilmente  podría  resultar  un  remedio  eficaz  para  un  país

               acosado  por  los  problemas,  internos  y  externos.  En  Nubia,  la  coalición  de
               estados  sobre  la  que  inicialmente  había  informado  Harjuf  en  el  reinado  de

               Merenra se hacía cada vez más poderosa y resultaba cada vez más perturbadora

               para los intereses egipcios. Uno de los altos funcionarios de Pepy, el canciller
               Mehu, fue asesinado por elementos hostiles estando de expedición en Nubia, y

               su cuerpo tuvo que ser recuperado por su hijo en el curso de una difícil misión.

               Aunque  la  presencia  egipcia  seguía  siendo  fuerte  en  el  oasis  de  Dajla,  en  la
               práctica Egipto había perdido el control de los acontecimientos que se producían

               en Nubia.

                  También  en  el  propio  territorio  egipcio  la  autoridad  se  le  escapaba  de  las

               manos al gobierno. El traspaso de poder político a los funcionarios provinciales,
               propiciado  a  finales  de  la  V  Dinastía,  se  había  revelado  una  decisión  tan

               imprudente como irrevocable. Los gerifaltes locales —algunos de los cuales se

               calificaban ahora a sí mismos de «gran señor» de su provincia— acumulaban

               una autoridad cada vez mayor, arrogándose una combinación de cargos civiles y
               religiosos.  Cuando  un  simple  magistrado  local  como  Pepianj  de  Mair  podía

               exhibir una larga lista de dignidades que cubría una pared entera de su tumba —

               miembro de la élite, alto funcionario, consejero, «guardián de Nejen», «jefe de
               Nejen», «juez principal y visir», «escriba principal de la real tablilla», «portador

               del sello real», «sirviente de Apis», «portavoz de todos los residentes de Pe»,
   139   140   141   142   143   144   145   146   147   148   149