Page 191 - Auge y caída del antiguo Egipto
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fabricado con trocitos de madera de desecho. Pero la calidad del producto
terminado importaba bien poco. Una vez en la tumba, la magia corregiría
cualesquiera deficiencias en su ejecución. Así se inició la tradición de las
estatuillas funerarias, una medida de emergencia en una época de malestar e
incertidumbre. Sin embargo, con la reunificación de Egipto bajo la égida del rey
Mentuhotep y el consiguiente florecimiento de la cultura cortesana en el Imperio
Medio, volvieron los talleres reales, y se empezó a poder disponer de nuevo de
estatuas y pinturas funerarias finamente elaboradas, al menos para la élite. Pese a
ello, la estatuilla funeraria no desapareció; se metamorfoseó en algo distinto,
pero igualmente útil: un sirviente que asistiera al difunto durante toda la
eternidad.
Fue con el predominio de la visión osiríaca del más allá cuando el shabti
adquirió realmente su papel protagonista. Y ello porque pasar toda la eternidad
en el Campo de la Ofrenda adolecía de un importante contratiempo: por más que
este pudiera ser un idilio agrícola, con campos de cultivo abundantemente
regados que producían cosechas generosas, cualquier egipcio sabía de sobra que
la agricultura —aun en tan ideales condiciones— implicaba un duro trabajo
físico. Resultaba especialmente ardua y agotadora la reparación anual de diques,
zanjas y canales después de la inundación, esencial para restaurar la red de
regadío a fin de que funcionara perfectamente. Toda persona en condiciones
físicas buenas era obligada a participar en esta tarea, vital para la comunidad,
cavando y transportando cestas de arena y sedimentos de un campo a otro, y
todo ello en el ambiente caluroso, húmedo e infestado de mosquitos que seguía a
la retirada de la crecida. ¿Sería también esta una inevitable faena rutinaria en el
más allá? Seguramente debía de haber alguna forma de eludir algo tan
desagradable durante toda la eternidad. La solución fue una idea genial. La
pequeña figura de palo que hasta entonces había sustituido al cuerpo del difunto
siguió conservando su función básica de «doble», pero ahora, en lugar de
proporcionar un hogar al ka y al ba, respondería a la llamada al trabajo en
representación de su propietario. Así, las estatuillas sirvientes de finales del