Page 193 - Auge y caída del antiguo Egipto
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malos de los buenos por medio de una única y rápida prueba— habría de
perfeccionarse en la forja del cambio social. Una vez más, la quiebra de las
ilusiones que acompañó a la fragmentación del Estado egipcio resultó ser un
terreno fértil para nuevas ideas. En aquellos tiempos difíciles, la muerte pasó a
ser considerada no una mera transición a otra dimensión de creación, sino una
discontinuidad, una ruptura que podía revelarse terminal. Que una persona
alcanzara el renacimiento como ser divino o sufriera una segunda muerte
dependía de las acciones que hubiera llevado a cabo durante su vida. El texto
literario conocido como las Enseñanzas para Merikara, supuestamente
redactado por un rey heracleopolitano, resumía así esta nueva creencia:
Cuando un hombre permanece tras la muerte,
sus acciones se ponen junto a él…
El que llega [al más allá] sin haber cometido faltas
existirá allí como un dios… 3
En este orden de cosas, la virtud por sí sola ya no bastaba: tenía que venir
acompañada de la ausencia de vicio. En las inscripciones del período, a la
jactancia y la ampulosidad típicas de las autobiografías del Imperio Antiguo se
les unen por primera vez ciertos tintes de duda y actitud defensiva. Un hombre
podía enumerar sus numerosas cualidades y logros, pero también poner especial
cuidado en declarar que «jamás dije una falsedad contra ninguna persona viva». 4
La «confesión negativa», una declaración en virtud de la cual se juraba no haber
cometido ninguno de los actos injustos de una lista de acciones prescritas, se
convirtió en un componente esencial del proceso de enjuiciamiento.
Pero la propia defensa ante el tribunal divino requería algo más que la mera
negación de haber cometido faltas. Implicaba una evaluación fundamental del
auténtico valor de una persona, una ponderación de sus buenas y malas obras a
fin de llegar a un juicio equilibrado de su carácter. Solo a quienes superaban este
«cálculo de las diferencias» se les consideraba aptos para unirse a Osiris y vivir
para siempre. En su estela de Abedyu, un general de la XI Dinastía llamado Intef