Page 192 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Imperio Medio incluso estarían debidamente equipadas con aperos de labranza
               en miniatura, tales como azadas y cestos; y, por si acaso se les olvidaba, un breve

               texto jeroglífico, grabado en su propio cuerpo, les recordaba cuál era su deber

               principal:


                    ¡Oh, shabti, destinado a servir[me]! … Si se me convoca o si se me destina a hacer algún trabajo que
                  haya que hacer en el más allá … tú te pondrás a mi servicio todas las veces, [ya sea] para mantener los
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                  campos, regar los bancales o transportar arena de este a oeste. «Mira, aquí estoy», me dirás.

                  Así pues, en lo que a la vida de ultratumba se refería, un shabti representaba la

               póliza de seguros perfecta.





               NO HAY MENTIRA QUE NO SALGA A LA LUZ


               Un último y fundamental aspecto de la aventura del más allá hizo también su

               primera  aparición  en  los  años  que  siguieron  al  desmoronamiento  del  Imperio

               Antiguo.  Como  los  Textos  de  los  Sarcófagos,  los  objetos  mágicos  y  las
               estatuillas  sirvientes,  el  concepto  de  un  juicio  final  reflejaba  la  mezcla  de

               esperanza y temor que acosaba a los antiguos egipcios en sus cavilaciones sobre

               la vida de ultratumba. Quizá más que ningún otro rasgo de la religión egipcia, la
               idea de un inevitable y definitivo ajuste de cuentas ante un juez divino tendría un

               impacto tan profundo como duradero en el posterior desarrollo de las creencias

               faraónicas. A diferencia de los erizos, los hipopótamos y los shabti, la idea del
               juicio final sería incorporada también por otras tradiciones religiosas de Oriente

               Próximo, en especial el cristianismo.

                  La geografía imaginaria del Libro de los dos caminos se inicia con la Isla del
               Fuego, donde los malvados eran consumidos por las llamas, mientras que a los

               buenos  se  les  proveía  de  refrescante  agua  para  su  arduo  viaje  a  través  del

               inframundo. El concepto de «prueba de fuego» es muy antiguo, pero esta noción

               relativamente simplista de juicio —en virtud de la cual se separaba a los muertos
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