Page 239 - Auge y caída del antiguo Egipto
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propagandístico, el rey asiático proclamó su poder con epítetos nuevos y más
elaborados: «Tenaz en el día de la batalla, con un nombre mayor que el de
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ningún rey, protector de las tierras distantes que no le han visto nunca»; y, para
resumir, «¡no hay nadie como él en ninguna tierra!». 12
El nuevo gobernante tebano, Seqenenra Taa, no se dejó impresionar en lo más
mínimo por aquella belicosa verborrea. En lugar de entrar en una guerra de
palabras, se dedicó a prepararse para el verdadero conflicto. Su primer paso fue
crear un cuartel de campaña avanzado desde el que se pudiera planear y dirigir el
ataque a Menfis y Hutuaret. El emplazamiento elegido para ello fue Deir el-
Ballas, situado frente a Gebtu en la orilla occidental del Nilo. Allí construyó un
palacio fortificado destinado a albergar a la familia real. El recinto llevaba
aparejadas unas instalaciones para elaborar pan, y estaba rodeado por un
asentamiento integrado por un considerable número de miembros del séquito
real. Dominando todo el lugar, en lo alto de una colina, había un puesto de
vigilancia con imponentes vistas al valle del Nilo. En conjunto, era el
emplazamiento defensivo perfecto.
Con su centro de control y mando estratégico construido y en funcionamiento,
Taa inició la primera oleada de ataques contra las fuerzas de los hicsos. Y no era
precisamente un general de salón, ya que dirigía los ataques desde el frente,
donde su cuerpo alto y musculoso, y su poderosa cabeza coronada por una
espesa cabellera negra y rizada, le daban todo el aspecto de un auténtico héroe
de guerra. Sacando fuerzas de la percepción que tenía acerca de su destino, y
animado por la determinación de su enérgica hermana-esposa Ahhotep, combatía
al enemigo cuerpo a cuerpo. Pero entonces se produjo el desastre. En el fragor de
la batalla, el rey fue derribado —quizá atacado por la espalda— cuando
manejaba las riendas de su carro. En el suelo y sin protección, fue agredido por
sus atacantes con dagas, hachas y lanzas. Un hacha asiática le penetró en el
cráneo provocándole una grave herida en la cabeza, y Taa murió en el acto. En
medio del caos y la confusión, fue imposible preparar adecuadamente el cadáver
para su entierro. En lugar de ello, el rey fue embalsamado a toda prisa, sin