Page 306 - Auge y caída del antiguo Egipto
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La meseta de Giza, al oeste de Menfis, ocupaba un lugar destacado en las
preferencias de Amenhotep II, puesto que era allí donde había practicado el tiro
con arco y la equitación por primera vez. Había una zona de entrenamiento para
montar el galope cerca de la Gran Esfinge, que por entonces tenía ya mil años, y
la zona constituía un emplazamiento predilecto para las reales actividades
deportivas. Cierto día, mientras Amenhotep trotaba por los alrededores de la
gran necrópolis, se sintió maravillado ante las pirámides de Jufu y Jafra, sus
distantes antecesores de la remota Antigüedad. Inspirado por el tamaño, el
esplendor y los años de aquellos monumentos, el rey decidió dejar constancia de
sus logros para la posteridad en una magnífica estela erigida entre las garras de
la Gran Esfinge. La combinación que esta exhibe de los nobles sentimientos
habituales con detalles concretos de las hazañas deportivas del rey, revela
muchas cosas acerca de su carácter. En un nuevo gesto de homenaje al guardián
de la necrópolis de Giza, Amenhotep construyó un templo cerca de la Esfinge, a
la que rindió culto como dios solar Horemajet, «Horus del horizonte». Este no
tardó en convertirse en uno de los emplazamientos predilectos de otros
miembros de la familia real para sus actos piadosos, incluido el propio hijo y
heredero de Amenhotep, Thutmose IV (1400-1390).
De hecho, Thutmose fue aún más lejos en su reverencia hacia la Esfinge,
proclamando a Horemajet su protector personal y atribuyendo su propia posición
a los favores del dios. Su gran estela, erigida junto a la de su padre, contaría
como Horemajet le habló en un sueño cuando era todavía un príncipe,
prometiéndole la corona si retiraba la arena que cubría el cuerpo de la esfinge.
Una vez firmemente asentado en el trono de Horus, Thutmose cumplió su parte
del trato, completando la excavación del monumento, semicubierto por la arena
acumulada durante siglos, y construyendo un cercado de protección para evitar
que las cambiantes dunas del desierto volvieran a enterrarlo. Resulta revelador
que la inscripción de Thutmose no haga mención al dios estatal Amón-Ra (en
marcado contraste con la estela de su padre) y se centre únicamente en
Horemajet. Bajo aquel rey bendecido por la esfinge, la deidad solar del norte