Page 302 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Una  vez  que  los  jóvenes  príncipes  y  sus  compañeros  de  clase  llegaban  a
               dominar  la  lengua  egipcia,  se  les  introducía  en  la  escritura  cuneiforme

               babilónica,  la  lingua  franca  diplomática  de  la  época.  Egipto  ya  no  podía

               permitirse el lujo de entregarse a su propio sentimiento de superioridad: en una
               nueva  era  de  relaciones  internacionales,  la  política  del  poder  exigía  el

               conocimiento de las lenguas y culturas extranjeras. El currículo escolar incluía

               asimismo las matemáticas y la música, ya que cierta apreciación por el canto y la

               música instrumental, cuando no la capacidad de tocar un instrumento, iban de la
               mano de la pertenencia a la buena sociedad. No menos importante para el futuro

               rey, por más que no lo fuera tanto para sus compañeros de clase, era un firme

               dominio de la estrategia militar. No cabe duda de que el futuro Amenhotep II
               estudió  los  relatos  de  batallas  clásicas  (incluida,  quizá,  la  gran  victoria  de  su

               padre en la de Megido) junto con los papiros literarios, matemáticos y musicales.





               EN PLENA FORMA


               En el mundo viril de la XVIII Dinastía, donde se esperaba que un rey dirigiera

               personalmente a sus tropas en la batalla y realizara valerosas hazañas frente al

               enemigo,  entrenar  el  cuerpo  era  tan  importante  como  educar  la  mente.  Las
               prácticas físicas enérgicas desempeñaban un papel especialmente importante en

               la educación de los futuros líderes. Actividades como correr, saltar, nadar, remar

               y luchar formaban parte de la rutina semanal, y estaban destinadas a desarrollar

               la  fuerza,  el  vigor  y  el  espíritu  de  equipo.  Aunque  es  posible  que  Sennefer  y
               Qenamón  prefirieran  la  actividad  mental  —las  proezas  físicas  se  hallaban

               claramente  ausentes  de  las  biografías  de  ambos  hombres—,  a  su  regio

               compañero de clase, el futuro Amenhotep II, le gustaba pasar el tiempo en el
               campo  de  entrenamiento.  El  futuro  rey,  que  era  más  alto  y  más  fuerte  que  la

               mayoría  de  sus  contemporáneos,  disfrutaba  del  deporte,  y  desarrolló  una

               prodigiosa capacidad como remero y como corredor. Pero era el tiro con arco lo
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