Page 300 - Auge y caída del antiguo Egipto
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llevados a la corte para adoctrinarlos en el modo de vida egipcio, con la
esperanza de que, de ese modo, se les inculcaría una lealtad vitalicia al faraón. El
futuro Amenhotep II y sus amigos habrían estado en contacto, pues, con
príncipes asiáticos y nubios, lo que sin duda les daría una perspectiva mucho
más cosmopolita que la de sus antecesores. Quizá ello explica por qué Egipto y
Mitani, en guerra durante décadas, finalmente firmaron un tratado de paz
precisamente durante el reinado de Amenhotep II. Mientras Egipto trataba de
reeducar a sus vecinos, estos, a su vez, ejercerían una influencia no menos
profunda en su país de acogida.
En la XVIII Dinastía, la más importante de las Reales Guarderías era la de
Gurob, un frondoso emplazamiento situado en la fértil depresión del Fayum.
Allí, desde los albores de la historia, los reyes habían edificado sus «palacios de
placer». La abundancia de aves que atraía el Birket Qarun lo convertía en un
lugar excelente para la caza, mientras que las reales mujeres que vivían en el
adyacente palacio del Harén se dedicaban a manufacturar tejidos, cuyas materias
primas provenían de los extensos campos de lino del Fayum. Gurob era, pues, un
lugar de mujeres y niños, de relajación y risas. Las reales princesas y las hijas de
la élite podían esperar aprender allí de sus madres las destrezas que se les
demandaban: tejer, cantar, bailar y, quizá, algunas nociones de leer y escribir. Por
el contrario, se aplicaba una rígida disciplina cuando se trataba de la educación
de los príncipes y sus coetáneos varones. En ningún otro lugar se dejaba sentir
este hecho más intensamente que en la escuela de escribas, puesto que, en el
antiguo Egipto, saber leer y escribir constituía la clave del poder.
La enseñanza de la lectura y la escritura era un elemento central en el
currículo de la guardería, y se realizaba bajo la dirección del «escriba de la casa
de los reales infantes». Mediante la copia repetida de ejemplos, enseñaba a sus
alumnos a escribir en caracteres cursivos con pluma y tinta sobre papiro.
Conforme iban progresando, los alumnos pasaban al estudio de textos clásicos
más largos, como la Historia de Sinuhé, compuesta durante el Imperio Medio, y
también —una lectura especialmente favorecida— la obra conocida como Kemit,