Page 297 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Aunque es posible que Baki mereciera aquella reprimenda, resulta igualmente
probable que ese fuera el modo en que Sennefer, orgulloso alcalde de Tebas, se
dirigía habitualmente a sus subalternos. Pompa y circunstancia de la mano del
orgullo y la arrogancia: la principal característica del funcionariado a lo largo de
toda la historia.
Pero ningún miembro de la administración de la XVIII Dinastía muestra su
autocomplaciente presunción de forma más descarada que el cuarto integrante de
nuestro cuarteto de funcionarios de alto rango, el «administrador principal» de
Amenhotep II, Qenamón. Como Sennefer y Amenemopet, Qenamón creció en el
palacio del Harén, donde su madre fue nodriza del futuro rey. El funcionario se
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referiría a ella atrevidamente como «la gran niñera que crió al dios». De hecho,
Qenamón fue hermano de leche del príncipe, y aquel vínculo entre ambos,
forjado en su infancia, perduraría, reportando más tarde pingües dividendos a
Qenamón cuando su compañero de juegos accedió al trono.
Los primeros pasos de Qenamón en el ejército incluyeron un período de
servicio activo luchando junto al rey en su campaña siria. No solo sus vínculos
de amistad se vieron fortalecidos en el campo de batalla, sino que la lealtad y las
aptitudes físicas de Qenamón debieron de llamar la atención de Amenhotep II
como cualidades especialmente adecuadas para un futuro ascenso. Al regresar de
la guerra, el rey nombró a Qenamón administrador de Perunefer, un puerto y
base naval del norte de Egipto. Pronto siguió un nuevo ascenso, y los devotos
servicios de Qenamón acabaron llevándole a uno de los puestos más apetecibles
del país, el de «administrador principal», con plena responsabilidad sobre el
patrimonio real. Era un cargo importante, que comportaba la supervisión de las
tierras y otros activos con los que se financiaba la corte. En un nivel más
concreto, Qenamón tenía la responsabilidad específica de cuidar de la residencia
campestre de la familia real. Parece ser que este cometido encajaba
perfectamente con su carácter, dado que el tedioso trabajo administrativo se
entremezclaba más de lo habitual con abundantes entretenimientos: grupos de
bailarinas, músicos y obsequios de regalos exóticos al rey por Año Nuevo.