Page 293 - Auge y caída del antiguo Egipto
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el Desierto Oriental y en Nubia. Menjeperraseneb pasaba buena parte del tiempo
inspeccionando el ganado, supervisando la correcta entrega de los ingresos
agrarios y mineros, y garantizando que los graneros del templo estuvieran
siempre abastecidos; todo ello, obviamente, en nombre del soberano. Parte de la
riqueza que afluía a Ipetsut se destinaba a los talleres del templo, que empleaban
a los mejores artesanos del territorio. Su trabajo consistía en fabricar objetos
costosos no solo para el propio templo, sino también para la casa real.
Templo y palacio: en el antiguo Egipto, las dos instituciones se hallaban
inextricablemente unidas y se reforzaban mutuamente. Como sumo sacerdote, el
principal deber de Menjeperraseneb consistía en reforzar a la monarquía
ideológica y financieramente. Estos dos aspectos paralelos se aunaban de la
forma más espectacular en la presentación oficial de los enviados extranjeros
ante el rey. El desfile de los variopintos emisarios extranjeros con sus exóticos
productos —minoicos con copas decoradas con cabezas de animales, sirios con
osos domesticados, hititas y asiáticos con armas y lingotes de metal…— servía
para subrayar la superioridad del soberano egipcio sobre los de todas las demás
tierras, así como su fabulosa riqueza material.
Mientras Menjeperraseneb se encargaba de asegurar que el templo de Amón-
Ra y su clero permanecieran leales al monarca, a su colega Rejmira se le había
encomendado una responsabilidad aún mayor: el buen funcionamiento de la
administración pública en todo el Alto Egipto. Como visir del sur, Rejmira
ejercía una mezcla de autoridad cortesana, judicial y administrativa, escuchando
a los demandantes que presentaban quejas contra las autoridades, presidiendo
como juez principal los casos importantes, y recibiendo informes diarios de otros
ministros del gobierno. Según sus propias palabras, solo tenía «al rey por
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encima» de él. También Rejmira debía su elevada posición más a las influencias
que a sus dotes innatas, ya que procedía de un extenso linaje de visires. De
acuerdo con el concepto egipcio de maat (verdad, justicia y rectitud), el visir
juraba cumplir su deber con imparcialidad. En la toma de posesión de Rejmira,
el propio rey pronunció las habituales palabras de admonición: