Page 311 - Auge y caída del antiguo Egipto
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barca de remos que medía más de un kilómetro y medio de largo por casi medio
               de ancho (esto es, 3.700 por 700 codos). Para señalar su inauguración oficial, el

               propio  rey  se  hizo  llevar  arriba  y  abajo  en  su  barca  real,  bautizada

               proféticamente como La esfera deslumbrante. Tanto en la propia naturaleza del
               proyecto  como  en  las  formas  adoptadas  para  su  inauguración,  pareció  que

               Amenhotep había encontrado su auténtica vocación. A partir de ese momento, y

               durante  todo  el  resto  de  su  reinado,  por  todo  el  país  resonaría  el  eco  de  las

               cuadrillas  de  obreros  cavando,  martilleando,  cincelando  y  edificando.
               Amenhotep III sería el mayor constructor real de Egipto desde la fundación del

               Imperio Antiguo mil quinientos años antes, realizando su fantasía de construir

               monumentos  «como  los  que  no  habían  existido  hasta  entonces,  desde  los
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               primitivos tiempos de las Dos Tierras».  En otro ejemplo más de la fantasiosa
               satisfacción  de  los  deseos  del  rey,  esos  mismos  monumentos  albergarían

               celebraciones espectaculares y un boato sin parangón, todo ello centrado en la

               persona del monarca.
                  Las inscripciones grabadas en dos de las mayores canteras de piedra caliza de

               Egipto  muestran  que  la  construcción  se  puso  en  marcha  ya  en  los  mismos

               comienzos del reinado de Amenhotep III; la reapertura de dichas canteras fue
               precisamente  su  primer  acto  del  que  se  dejó  constancia.  El  ritmo  de  la

               construcción  se  aceleró  durante  su  segunda  y  tercera  décadas  en  el  trono,

               llegando más tarde al paroxismo. Desde el delta hasta Nubia, apenas habría un
               templo en todo el territorio donde Amenhotep no dejara su marca. En Saqqara,

               encargó la primera capilla sepulcral y el primer túmulo consagrados a Apis, un

               toro sagrado del que se creía que era la encarnación del dios creador Ptah, y en la
               isla  de  Abu  supervisó  la  construcción  de  un  nuevo  santuario  dedicado  a  otra

               deidad creadora, Jnum.

                  Pero  el  principal  beneficiario  de  la  magnanimidad  real  fue  el  creador  por

               excelencia, el dios solar Ra. En lo que constituiría un programa brillantemente
               calculado,  Amenhotep  y  sus  teólogos  se  dedicaron  a  reinterpretar

               sistemáticamente  todos  y  cada  uno  de  los  cultos  nacionales  subrayando  sus
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