Page 314 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Memnón»).  Su  arrebatadora  inmensidad,  alzándose  sobre  cualquier  hombre,
               mujer y niño de Tebas oeste, llevó a que se las considerara deidades por derecho

               propio,  imágenes  vivientes  del  rey  como  «soberano  de  soberanos».  No  cabe

               duda de que sabían transmitir la abrumadora autoridad de Amenhotep, y debían
               de suscitar una mezcla de reverencia y temor en cualquier observador.

                  Pero  los  enormes  colosos  de  Amenhotep  transmitían  también  otro  mensaje

               más sutil: parcialmente sumergidos por la crecida del Nilo durante varios meses

               al  año,  resurgían  de  nuevo  como  símbolos  del  renacimiento,  subrayando  el
               principal  propósito  rejuvenecedor  del  templo  funerario  de  Amenhotep,  su

               «Mansión de Millones de Años». De manera similar, muchas de las estatuas de

               deidades  erigidas  en  los  atrios  fueron  talladas  en  granodiorita,  una  piedra  de
               color negro símbolo del renacimiento. Por otra parte, las estatuas del rey solían

               tallarse  con  frecuencia  en  granito  rojo  o  cuarcita  dorada,  colores  solares  que

               subrayaban la estrecha vinculación de Amenhotep con el dios del sol. Los temas

               paralelos de la creación y el renacimiento resonaban en cada rincón del vasto
               complejo, proclamando el papel del rey como eje esencial del cosmos.

                  Así pues, la trayectoria de Amenhotep como rey dio un considerable impulso

               a la institución de la corona y al estatus de su portador en cada momento. Pero
               en el futuro todavía iba a hacerse mucho más en ese sentido.






               RELACIONES DIPLOMÁTICAS


               Mientras el «soberano de soberanos» estaba tan atareado en Tebas, elevando la
               monarquía  —y  elevándose  a  sí  mismo—  a  nuevas  cotas,  sus  emisarios  se

               dedicaban  a  garantizar  que  su  fama  y  su  fortuna  fueran  reconocidas  en  todas

               partes.  Recorriendo  todo  Oriente  Próximo  y  el  Mediterráneo  oriental,  los
               enviados  de  Amenhotep  aseguraban  la  continua  presencia  de  Egipto  en  los

               centros  de  decisiones, negociando tratados y obteniendo acuerdos comerciales

               favorables para mantener las aspiraciones imperiales de su señor. El aspecto más
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