Page 317 - Auge y caída del antiguo Egipto
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militarmente,  Amenhotep  III  optó  por  seguir  una  política  muy  distinta.  Su
               principal  objetivo  era  explotar  económicamente  y  controlar  políticamente  sus

               posesiones extranjeras con la mínima implicación de las fuerzas egipcias. A tal

               fin, se establecieron guarniciones en los puertos más importantes de la costa —
               Gaza, Jaffa, Ullaza y Sumur—, así como en dos emplazamientos estratégicos del

               interior: Beth-Shan, en el extremo oriental del valle de Jezreel, y Kumidi, en el

               valle  del  Bekaa.  Además,  los  almacenes  de  grano  fortificados  existentes  a  lo

               largo de la costa podían utilizarse como centros de abastecimiento en el caso de
               una  acción  militar.  Por  último,  las  sedes  administrativas  egipcias  con

               gobernadores residentes de Gaza, Kumidi y Sumur venían a completar la red del

               gobierno colonial. En general, esta resultaba sumamente eficaz, y la lealtad de
               los príncipes vasallos se veía aún más cimentada por los regulares obsequios de

               baratijas  salidas  de  los  talleres  reales  de  Egipto  (la  concesión  de  títulos

               imperiales  a  los  príncipes  indios  por  parte  del  rajá  británico  representa  un

               ilustrativo paralelismo moderno).
                  No obstante, cuando se trataba de mantener relaciones amistosas con las otras

               grandes potencias se requería algo más que baratijas. Puede que a ojos de sus

               súbditos el faraón fuera el amo del universo, pero lo cierto es que en la vida real
               tenía que compartir la escena mundial con otros seis líderes de Oriente Próximo.

               En Mesopotamia estaban los reyes de Babilonia (sur de Irak), Asiria (alto valle

               del Tigris) y Mitani (norte de Irak y norte de Siria); en Anatolia, los reyes de los
               hititas (Turquía central) y de Arzawa (sudoeste de Turquía), y en el Mediterráneo

               oriental, el soberano de Alashiya (Chipre). Los miembros de este club elitista se

               llamaban «hermanos» entre sí, y no eran reacios a manifestar resentimiento o
               malhumor cuando no lograban salirse con la suya. Entre las cartas de Amarna,

               hay  aproximadamente  tres  docenas  de  misivas  de  las  grandes  potencias  a

               Amenhotep  III,  que  versan  en  gran  medida  sobre  las  habituales  sutilezas

               diplomáticas: intercambio de saludos, corteses muestras de interés por la salud
               del rey y entregas de obsequios. El comienzo de una carta del rey Tushratta de

               Mitani da una idea del talante general:
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