Page 322 - Auge y caída del antiguo Egipto
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poderoso reinado en todo este territorio … Gobernará las Dos Tierras como Ra para siempre.
El propósito de esta elaborada escena, y de los hechos de ficción que relata,
era, obviamente, perpetuar el mito del origen divino del rey, algo que los
monarcas egipcios llevaban siglos proclamando en mayor o menor grado. Ya a
comienzos de la XVIII Dinastía, en su Sanctasanctórum de Deir el-Bahari,
Hatshepsut se había contentado con afirmar su origen divino, pero corriendo un
discreto velo sobre los aspectos concretos. Amenhotep III (o sus teólogos) no
mostraron tal reticencia, disfrutando sin recato de los detalles íntimos del
encuentro de Amón-Ra con la reina. Quizá eso era precisamente lo que cabía
esperar de un monarca con incontables «maravillas» extranjeras ocultas en su
harén, y que contaba entre sus concubinas autóctonas con una mujer que tenía
por apodo «aquella cuyas noches en la ciudad son numerosas».
Tras afirmar el origen divino del monarca, el templo de Luxor hizo asimismo
otra contribución audaz a la ideología de la realeza. De hecho, su secreto más
notable es precisamente su verdadero propósito. A diferencia de casi todos los
demás templos de Egipto, este no tenía en absoluto como función principal la de
ser centro de culto de una deidad concreta. Su papel como residencia meridional
de Amón-Ra era secundario, una «tapadera» aceptable antes que la verdad
profunda. La clave para entender el extraordinario papel del templo en la
mitología de la realeza egipcia, reside en los relieves que decoran la monumental
columnata de Amenhotep. Estos registran la celebración más importante que
tiene lugar anualmente en Luxor, la Festividad de Opet. Todos los años, las
imágenes de culto de Amón-Ra, Mut y Jonsu (y quizá también del rey) se
llevaban en sus barcas-altar desde Ipetsut hasta Luxor en una gran procesión, ya
fuera por tierra o por el río. Cuando las imágenes desfilaban por las calles a
hombros de los sacerdotes, la población se arremolinaba a su alrededor para
poder vislumbrar aquellos objetos sagrados y recibir su bendición. La Festividad
de Opet era motivo de enorme júbilo y celebración, y representaba un
bienvenido paréntesis en la dura rutina cotidiana. Pero, como todo lo demás en el