Page 324 - Auge y caída del antiguo Egipto
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deliberada impresión de juventud exagerada. La estatua muestra al rey
rejuvenecido de una forma bastante literal, con su edad reducida a la infancia
gracias a los poderes mágicos de los ritos de Opet. Pero el simbolismo de la
estatua va todavía mucho más allá. El propio material transmite la estrecha
relación del rey con el dios solar, puesto que está hecha de una cuarcita de un
intenso color rojo púrpura, la piedra que los antiguos egipcios conocían como
biat («maravillosa»). Se cree que originariamente se aplicó un tratamiento
dorado al collar, los brazaletes, las sandalias y la corona, consiguiendo así que la
estatua brillara como el sol a la luz del día en el atrio descubierto. Un examen
minucioso de la parte trasera de la estatua revela la existencia de un patrón de
plumas en las nalgas del rey, con lo que se pretende indicar que este se ha
transformado parcialmente en un halcón celeste. Para reforzar aún más las
asociaciones solares, el faldellín del monarca está decorado con cobras erguidas,
cada una de las cuales lleva una esfera solar sobre la cabeza. El propio
Amenhotep es portador de la doble corona, y además se alza sobre un trineo;
ambos, motivos emblemáticos del dios creador solar, Atón. Mediante esta rica
combinación de metáforas y referencias visuales, la estatua pone de manifiesto
que Amenhotep III es un monarca renacido, inmortal, asimilado a Ra y Atón, un
rey-dios por toda la eternidad. La inscripción de la parte trasera del pedestal va
aún más allá, llamando al rey «el primero de entre todos los kas vivientes» y
«deslumbrante esfera de todas las tierras».
El realce deliberado y sistemático del poder regio había llegado a su cenit. El
rey, lejos de ser un mero «hijo de Ra», había pasado a ser consustancial con el
sol, el dios creador que ilumina y da vida al mundo. Su transformación estaba
completa.
LA DESLUMBRANTE ESFERA DE EGIPTO
La divinización de Amenhotep III en vida, íntimamente ligada a la celebración