Page 329 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Revolución real
NUEVO AMANECER
En los anales del antiguo Egipto hay una figura que suscita un mayor número de
comentarios y especulaciones que ninguna otra. Es objeto de admiración y de
odio en igual medida. Desde novelistas románticos hasta compositores de ópera,
pocos han podido resistirse a su atracción. En su vida relativamente breve
cambió por completo el rumbo de Egipto, aunque sus drásticas reformas fueron
apresuradamente revocadas después de su muerte. Llevó la institución de la
monarquía divina a nuevas cotas, y sin embargo nunca había esperado llegar a
gobernar. Es Ajenatón, el rey hereje (1353-1336), el más controvertido y
enigmático de los faraones, el instigador de una revolución real. Sus diecisiete
años de reinado y la tumultuosa década que le siguió, probablemente
representaron el período más estimulante, incierto, dinámico y extraño de toda la
historia egipcia. Y la clave de ello fue la radical visión del propio rey, la cual, de
haber sobrevivido, habría cambiado no solo la historia del antiguo Egipto, sino
tal vez el propio futuro de la humanidad.
Durante la mayor parte del glorioso reinado de Amenhotep III, su heredero
aparente fue el príncipe Thutmose, el hijo mayor del rey, y cuyo nombre,
siguiendo la tradición real, hacía honor al de su abuelo y al de su tatarabuelo.
Del segundo hijo, el príncipe Amenhotep (como se llamaba entonces), poco se
sabe hasta la prematura muerte de Thutmose, un hecho que catapultó a su
hermano pequeño al puesto de príncipe heredero. Thutmose dejó tras de sí pocos
monumentos aparte de un sarcófago de piedra amorosamente tallado para su