Page 404 - Auge y caída del antiguo Egipto
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pudieran deducir cuál era su objetivo final. Cuando estuvo listo y seguro de que
el ataque nubio estaba siendo llevado a cabo tal como se había planeado, el jefe
libio marchó sobre Egipto en un movimiento de tenaza a fin de evitar un
contraataque unificado. Dirigió la fuerza principal desde Farafra, retrocedió
hasta Bahariya y se dirigió luego al Fayum, para entrar finalmente en el valle del
Nilo, cerca de las pirámides de Dahshur. Desde allí se dirigieron directamente al
norte, hasta las lindes de la zona occidental del delta. Un segundo destacamento
se separó del grueso del ejército en Bahariya para cruzar el Nilo en el Egipto
Medio e infiltrarse en la parte oriental del delta, desviando la atención de las
guarniciones egipcias de Per-Ramsés y de Menfis.
Justo un mes después de recibir las primeras noticias de la invasión libia, el
faraón Merenptah llegó con su ejército a las inmediaciones de la ciudad de
Perirer para entablar combate con el enemigo. Era mediados del verano de 1208.
Así como Ramsés había librado la más dura de sus batallas en el quinto año de
su reinado, también su hijo y sucesor se enfrentaba al mismo desafío. Solo que
esta vez los egipcios no dejaron nada al azar. Si bien era cierto que los libios y
los Pueblos del Mar conocían las tácticas de los egipcios, también lo era en el
caso contrario. Merenptah sabía que sus unidades de arqueros y de carros no
podían superar a las pobladas filas de la infantería enemiga en un choque frontal.
En lugar de ello, atrajo inteligentemente a las fuerzas enemigas hacia las líneas
egipcias, donde sus arqueros, posicionados en ambos flancos, lanzaron una
descarga tras otra de tiro de enfilada sobre el avance de los soldados. Tras una
matanza de seis horas, la coalición libia había sido vencida. Entonces se produjo
la carga de los carros egipcios, que convirtieron la derrota en desbandada y
persiguieron a los enemigos que huían hasta que todos ellos acabaron muertos o
capturados. El botín fue considerable: miles de vasijas de metal, cabezas de
ganado y piezas de armamento avanzado. Para rematar su victoria y enviar un
claro mensaje a otros atacantes potenciales, Merenptah ordenó que se llevara a
cabo un terrible acto de guerra psicológica. Los libios derrotados que habían
sobrevivido a la batalla no tardaron en desear haber perecido en Perirer, ya que