Page 400 - Auge y caída del antiguo Egipto
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posición. Ramsés, en cambio, completamente afianzado en el trono, estaba
interesado sobre todo en la enorme dote que acompañaría a la princesa hi-tita.
Dado que ya tenía a su amada esposa egipcia, mostró muy poco interés personal
en su futura consorte; para él no era un matrimonio, sino una transacción.
Fueran cuales fuesen los recelos que ella pudiera albergar, el caso es que la
princesa hitita no tenía ni voz ni voto en el asunto, y a finales del otoño de 1246
partió de la ciudadela fortificada de los reyes hititas. La acompañaba un gran
séquito de funcionarios y un vasto cargamento de oro, plata, bronce, esclavos,
caballos, vacas y cabras. La procesión avanzó lentamente a través de los pasos
de los montes Tauro hasta descender a las tierras bajas de la costa sur de
Anatolia, atravesando luego la cordillera de Amano hasta la llanura de Alepo,
para continuar desde allí en dirección sur, siguiendo el valle del Orontes, dejando
atrás Qadesh y llegando hasta los límites del territorio controlado por Egipto. En
la frontera, la reina Puduhepa se despidió de su hermana por última vez. Se
envió un mensajero a Per-Ramsés para avisar al faraón de que «han atravesado
escarpadas montañas y pasos traicioneros para llegar a la frontera de Vuestra
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Majestad». Ramsés envió de inmediato a varios funcionarios y miembros del
ejército para reunirse con la caravana y escoltarla a través de Canaán. La última
parada antes de llegar al territorio egipcio propiamente dicho era un palacio real
especialmente construido junto a la ruta costera del Sinaí, donde la princesa y
sus acompañantes pudieran descansar y recuperarse del largo viaje. Las pinturas
de flores y guirnaldas de vivos colores, ornamentadas con pan de oro, ofrecían
una muestra de lo que les esperaba en Egipto. En febrero de 1245, tres meses
después de haber dejado Hattusa, la procesión entró en la deslumbrante ciudad
de Per-Ramsés entre escenas de júbilo. Tras tomar posesión de la dote, Ramsés
otorgó a su nueva esposa un nombre egipcio dotado de la adecuada
grandilocuencia —Maathorneferura, «la que ve en Horus [es decir, en el rey] la
belleza de Ra»—, y luego se apresuró a despacharla a uno de sus palacios del
harén.
Unos años después, el hermano de la princesa, el príncipe heredero Hishmi-