Page 396 - Auge y caída del antiguo Egipto
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cuadra. A los animales se los ejercitaba en una amplia explanada hipóstila,
mientras que los arreos eran fabricados y reparados en talleres cercanos.
En resumen, pues, Per-Ramsés no era tanto un lugar de recreo como un
complejo industrial-militar. La propia fundación de la ciudad había sido
propiciada por un aumento de la actividad militar en Oriente Próximo. Fue desde
allí desde donde Ramsés partió hacia Qadesh, y fue allí también a donde regresó,
ensangrentado pero imbatido. Pese a todos sus placeres y palacios, Per-Ramsés,
con su población políglota, debió de representar un constante recordatorio de los
asuntos inacabados del rey en Siria-Palestina. Pese a tener el mayor cuerpo de
carros de toda la región, Ramsés siguió siendo incapaz de neutralizar la amenaza
hitita. Pero, mientras permanecía en su palacio a orillas del río presa de la
frustración, poco podía imaginar el monarca que ciertos acontecimientos
ocurridos a cientos de kilómetros de allí estaban a punto de proporcionarle la
mejor de las ayudas.
TIEMPOS DE PAZ
A la poco decisiva batalla de Qadesh le había seguido una década de «guerra
fría», con los hititas y los egipcios enfrentados sin que ninguno de los dos
bandos fuera capaz de alcanzar una clara hegemonía. Pero los dos viejos rivales
ya no eran las dos únicas potencias de la región. Más allá del Éufrates, el reino
de Asiria estaba en auge. Apenas un año después de Qadesh, y envalentonado
por la incapacidad de los hititas para imponerse, un ejército asirio atacó a la
crucial aliada hitita de Hanigalbat (lo que quedaba del antiguo reino de Mitani)
convirtiéndola en un Estado vasallo. Era una señal de advertencia que ni los
hititas ni, de hecho, los egipcios podían permitirse el lujo de ignorar. Ramsés
inició entonces una serie de campañas de baja intensidad en Oriente Próximo,
decidido a apuntalar el control egipcio sobre sus provincias imperiales, aplastar
cualesquiera rebeliones oportunistas que pudieran haber surgido a raíz de