Page 408 - Auge y caída del antiguo Egipto
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mandamases, y que su descendencia considerara el trono un objetivo legítimo.
                  Tampoco fue una sorpresa en absoluto que estallara una importante disputa en

               las altas esferas de la familia real tras la muerte de Merenptah en 1204, con dos

               pretendientes rivales tratando de hacerse con el control. Por un lado, estaba el
               hijo mayor y heredero designado por Merenptah, Seti-Merenptah, y a este se le

               oponía otro de los numerosos nietos de Ramsés II, Amenmeses. Pese al ancestral

               principio  de  primogenitura,  fue  Amenmeses,  y  no  Seti-Merenptah,  quien

               inicialmente ganó la partida. Fue claramente capaz de contar con la ayuda de
               amigos que ocupaban altos cargos, y hasta es posible que le apoyara un sector

               significativo del ejército. Amenmeses logró gobernar durante cuatro años (1204-

               1200), mientras Seti-Merenptah languidecía en algún remoto palacio real, en un
               exilio interior en su propio reino. Sin embargo, el usurpador no se salió con la

               suya  durante  mucho  tiempo.  A  la  larga  el  equilibrio  de  poder  se  desplazó  en

               favor del gobernante «legítimo», y Seti-Merenptah pudo finalmente acceder al

               trono que por derecho le correspondía como el rey Seti II.
                  Enseguida  se  inició  una  purga.  Una  serie  de  destacados  funcionarios  que

               habían ejercido sus cargos a las órdenes de Amenmeses perdieron su empleo de

               inmediato.  Entre  ellos  se  incluían  dos  de  los  hombres  de  más  alto  rango  del
               reino,  el  sumo  sacerdote  de  Amón  y  el  visir;  habían  respaldado  al  candidato

               equivocado,  y  ahora  pagaban  por  ello.  Las  proscripciones  y  destituciones

               recorrieron todas las altas esferas, paralizando temporalmente la administración
               en  la  medida  en  que  Seti  prescindió  de  todos  y  cada  uno  de  los  que  habían

               apoyado a su rival. Tampoco es que se mostrara mucho más cortés con el propio

               Amenmeses,  pese  al  hecho  de  que  los  dos  eran  primos  hermanos.  Toda
               referencia  al  usurpador  fue  implacablemente  suprimida.  En  las  estatuas  y

               relieves de los templos, el nombre de Amenmeses fue eliminado y sustituido por

               el de Seti. Dado que la perdurabilidad de un nombre garantizaba la inmortalidad,

               lo  contrario  entrañaba  la  aniquilación.  Para  un  egipcio  no  podía  haber  peor
               suerte.

                  Como su padre, Merenptah, antes que él, Seti II era ya un hombre anciano
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