Page 453 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Cuando el último de los ramésidas falleció en 1069, prácticamente sin pena ni

               gloria,  Egipto  entró  en  un  período  de  profunda  transformación.  La  muerte  de

               Ramsés XI fue el suceso que llevó a dos caudillos, uno en el delta y otro en el

               Alto Egipto, a asumir títulos y atributos reales, y a dividir y repartirse el país.
               Tanto si la división formal de las Dos Tierras representaba un rechazo rotundo

               del ideal faraónico de unidad nacional como si se trataba simplemente de una

               vuelta  a  un  estado  de  cosas  más  natural,  el  caso  es  que  desembocó  en  una
               prolongada era de fragmentación política a una escala que no se veía desde hacía

               mil años.

                  Los egipcios no tardaron en descubrir que la descentralización y la autonomía

               regional podían tener sus pros y sus contras. Puede que en tiempos antiguos las
               consecuencias de un gobierno débil fueran meramente internas, pero en el primer

               milenio  a.C.  Egipto  estaba  rodeado  de  envidiosas  potencias  extranjeras,

               infinitamente más poderosas que en los siglos anteriores. Desde el siglo XI al IV,
               la debilidad estratégica de Egipto se tradujo en repetidas invasiones. Primero los

               libios,  luego  los  asirios,  kushitas,  babilonios  y  persas,  y,  por  último,  los

               macedonios, lucharon por hacerse con la riqueza agrícola y mineral del valle del

               Nilo. Los inmigrantes extranjeros y los gobernantes no autóctonos introdujeron
               cambios  significativos  en  la  organización  política,  la  sociedad  y  la  cultura

               egipcias,  transformando  para  siempre  la  civilización  faraónica.  Al  mismo

               tiempo, la religión del antiguo Egipto, el último bastión de la cultura tradicional,
               se aisló herméticamente de las influencias externas y se encerró cada vez más en

               sí misma. Frente a otras civilizaciones más jóvenes y dinámicas, la introspección

               de Egipto acabaría llevando a la atrofia y la extinción.

                  En esta quinta parte se describe el último y tumultuoso milenio de la historia
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