Page 458 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Junto con la aparición de nombres libios en las inscripciones oficiales, la
lengua egipcia empezó a mostrar otros indicios de influencia extranjera. Ya
desde el Imperio Medio, el egipcio escrito grabado en las paredes de los templos
en forma de jeroglíficos finamente ejecutados había preservado la forma clásica
del idioma. En cambio, el egipcio vernáculo, el que se hablaba, se había alejado
bastante de esta forma «pura» escrita, hasta el punto de que las dos versiones se
habían convertido prácticamente en dialectos distintos. Aunque ello no planteaba
ningún problema a los escribas de origen egipcio, educados en la escritura
clásica, sí que debió de representar un obstáculo considerable para los burócratas
y sacerdotes libios que ahora controlaban el país. Para ellos, dominar una forma
de egipcio ya era mucho. Como resultado de ello, las inscripciones oficiales del
período libio muestran una marcada preferencia por las formas habladas, la
gramática cotidiana y el vocabulario simple, en contraste con las formulaciones
más refinadas de la clase dirigente.
Para la monarquía egipcia, la lengua y su empleo preciso siempre habían
tenido una importancia especial, ya que la elección de nombres y epítetos regios
expresaba la teología subyacente de la realeza y establecía la pauta de cada
reinado. Pero a los jefes libios todo esto les era ajeno. Adoptaron la parafernalia
de la realeza egipcia sin, quizá, entender correctamente los matices de su
simbolismo. Los títulos reales simplemente fueron reciclados de un reinado a
otro, repitiéndolos hasta la saciedad. La antigua designación del «Doble Rey»
perdió su exclusividad sagrada y pasó a ser un epíteto más. Asimismo, en su
elección de nombres reales, los monarcas de la XXI Dinastía parecieron pasarse
de la raya, llevando nombres extravagantes y enrevesados como Pasebajaenniut,
«la estrella aparece sobre la ciudad». Pero esas torpes tentativas de autenticidad
no engañaban a nadie.
De hecho, la élite libia se mostró tal como era en realidad en su obsesión por
los árboles genealógicos. La recitación de largas genealogías es una
característica de la tradición oral en las sociedades iletradas y seminómadas, y
los libios de finales del segundo milenio a.C. no eran una excepción. Ni siquiera