Page 527 - Auge y caída del antiguo Egipto
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comunidad judía de Egipto que habitaba en la isla de Abu. En otras partes del
               valle  del  Nilo,  se  mostró  absolutamente  dispuesto  a  seguir  utilizando  los

               servicios  de  funcionarios  egipcios, y para  muchas personas, sobre todo en las

               provincias, la vida siguió siendo en buena medida como antes. Solo en el ejército
               se reemplazó a los oficiales egipcios y se redirigieron sus dotes de mando a otros

               menesteres, tal como le ocurrió a Udyahorresne.

                  Al haberse visto obligado a abandonar su mando naval, el antiguo almirante

               pasó a dedicar su talento a salvaguardar y honrar el templo de su localidad. Su
               puesto en la corte le otorgaba una especial influencia, que empezó a utilizar para

               potenciar  el  culto  de  Neit  en  Sais.  Primero  se  quejó  a  Cambises  de  los

               «extranjeros» que habían profanado el templo instalándose dentro de su sagrado
               recinto,  y  persuadió  a  su  jefe  para  que  dictara  una  orden  de  desahucio.  Tras

               ejercer nuevas presiones, Cambises ordenó que el templo fuera purificado y su

               clero y sus ofrendas, restituidos tal como eran antes de la invasión persa. Como

               explicaría el propio Udyahorresne: «Su Majestad hizo estas cosas porque yo hice
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               entender a Su Majestad la importancia de Sais».  Para rematar esa «conversión»,
               Cambises acudió al templo en persona y besó el suelo ante la estatua de Neit,
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               «tal  como  hacen  todos  los  reyes».   El  conquistador  persa  estaba  en  vías  de
               convertirse en un faraón propiamente dicho.

                  En  otros  lugares  de  todo  Egipto  se  siguió la  misma  pauta.  En la  ciudad de

               Taremu, en el delta, el cacique local, Nesmahes, utilizó su influencia —era el
               «supervisor del harén real»— para enriquecer su comunidad y su culto. Puede

               que ayudara a ello el hecho de que los reyes persas lo identificaran fácilmente

               con  el  poder  del  dios  león  local,  Mahes;  pero  allí,  como  en  otras  partes,  la
               determinación de los funcionarios egipcios de convertir a sus nuevos amos fue

               uno de los factores clave que explican los acontecimientos del primer período

               persa.  En  Menfis,  los  entierros  de  los  toros  sagrados  Apis  prosiguieron  sin

               interrupción, y el egipcio responsable de su culto hasta pudo jactarse de hacer
               proselitismo entre los nuevos gobernantes del país: «Puse el temor a ti [Apis] en

               los  corazones  de  todas  las  gentes  y  de  los  extranjeros  de  todas  las  tierras
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