Page 529 - Auge y caída del antiguo Egipto
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no  eran  excesivos,  y  los  documentos  de  la  época  sugieren  cierto  grado  de
               prosperidad incluso en las provincias. La clave del control persa estaba en una

               excelente comunicación con el resto del imperio, una buena red de fuentes de

               información  y  unas  guarniciones  estratégicamente  situadas.  Desde  la  isla  de
               Dorginarti, en la Baja Nubia, hasta el desierto del Sinaí, una serie de fortalezas

               imponentes  rodeaban  el  perímetro  de  Egipto,  proporcionando  a  los  persas  un

               medio para sofocar cualquier atisbo de insurrección de manera tan rápida como

               decisiva.
                  En lo que se refiere a la explotación del vasto potencial económico de Egipto,

               la prioridad de Darío fue alentar el comercio marítimo entre el valle del Nilo y el

               golfo de Persia. En el Alto Egipto se reabrió la pista terrestre que pasaba por el
               Uadi Hammamat y llegaba hasta la costa del mar Rojo, utilizada con regularidad

               por las expediciones persas. En el Bajo Egipto, sin embargo, no existía ninguna

               ruta parecida, de modo que hubo que buscar una solución distinta. La respuesta

               fue uno de los mayores proyectos de ingeniería de toda la historia del antiguo
               Egipto, tan ambicioso como las pirámides de Giza. Allá en los días de apogeo

               del control saíta, Necao II (610-595) había iniciado un plan para construir un

               canal  entre  el  Nilo  y  el  mar  Rojo.  Cien  años  después,  su  idea  fue  finalmente
               llevada  a  la  práctica.  Mientras  que  los  saítas  se  habían  limitado  a  soñar,  los

               persas hicieron realidad su sueño. El resultado fue un canal de casi cincuenta

               metros de ancho que se extendía a lo largo de unos sesenta y cinco kilómetros
               desde el brazo más oriental del Nilo, siguiendo el Uadi Tumilat, hasta los Lagos

               Amargos, y desde allí hacia el sur, hasta el golfo de Suez.

                  En su viaje de cuatro días de duración navegando de un extremo a otro, los
               barcos  pasaban  junto  a  enormes  estelas  de  granito  rosa,  erigidas  en  puntos

               estratégicos a lo largo del canal. En cada una de aquellas gigantescas losas, de

               tres metros de alto por dos de ancho, diversas escenas y textos cuidadosamente

               escogidos  subrayaban  el  dominio  de  Darío  sobre  su  vasto  imperio:  un  lado
               representaba  al  «gran  rey»  bajo  la  protección  de  su  dios  persa  Ahura  Mazda

               (Ormuz), con un texto de acompañamiento en escritura cuneiforme; el otro lado
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