Page 528 - Auge y caída del antiguo Egipto
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extranjeras que estaban en Egipto».      5
                  Puede  que  los  egipcios  hubieran  perdido  su  independencia  política,  pero

               estaban decididos a mantener sus preciadas tradiciones culturales.





               LA ERA DE LA INVENCIÓN


               En realidad, la conquista persa de Egipto estuvo lejos de ser un «gran desastre».

               Por el contrario, los nuevos gobernantes del país introdujeron un dinamismo y

               una energía muy necesarios para el gobierno del valle del Nilo, revitalizando sus
               instituciones y su infraestructura. El punto culminante de este renacimiento fue

               el reinado del sucesor de Cambises, Darío I (522-486). Este se tomó un interés

               particular  en  las  depositarias  del saber egipcio,  las denominadas «Casas  de la
               Vida» anexas a los grandes templos. Desde su palacio real en Susa (construido

               por artesanos egipcios con ébano y marfil de Nubia), ordenó a Udyahorresne,

               convertido  ahora  en  un  viejo  y  leal  sirviente  que  vivía  en  la  corte  persa,  que

               volviera a Sais y restaurara la Casa de la Vida, que por entonces estaba en ruinas.
                  Quizá inspirándose en los registros de los templos, se dice que Darío codificó

               las  leyes  de  Egipto  a  fin  de  establecer  una  base  firme  para  su  gobierno.  Era

               consciente de que aquel territorio no era solo otra satrapía más de su imperio. La
               gran  riqueza  y  la  antigua  cultura  de  Egipto  le  otorgaban  una  importancia

               especial, y era una posesión demasiado importante para arriesgarse a perderla.

               De  ahí  que  no  permitiera  que  el  sátrapa  (el  gobernador  persa)  establecido  en

               Menfis ejerciera ningún control sobre los asuntos económicos. En lugar de ello,
               dichos asuntos eran responsabilidad de un canciller independiente, que también

               se encargaba de vigilar al sátrapa, evitando que se «acriollara». Por otra parte,

               era  frecuente  que  se  mandara  llamar  a  los  sátrapas  a  Persia  para  dar  cuenta
               personalmente de sus actividades ante el «gran rey».

                  En  general,  Darío  gobernó  Egipto  con  bastante  delicadeza.  Los  egipcios

               autóctonos siguieron ostentando altos cargos, los tributos que se les impusieron
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