Page 538 - Auge y caída del antiguo Egipto
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necesitaba Egipto para emprender una gran campaña militar representaran una
               tensión  insoportable  para  la  todavía  frágil  economía  del  país.  Dyedhor

               necesitaba desesperadamente oro para contratar a mercenarios griegos, y estaba

               convencido de que inventarse un nuevo impuesto sobre los templos era el modo
               más  fácil  de  llenar  las  arcas  del  Estado.  De  ahí  que,  además  de  un  impuesto

               sobre  los  edificios,  un  impuesto  de  capitación,  un  impuesto  sobre  la  venta  de

               mercancías  y  la  exacción  de  derechos  adicionales  de  transporte,  Dyedhor

               ordenara embargar propiedades de los templos. Habría sido difícil concebir una
               serie  de  medidas  más  impopulares.  Para  empeorar  aún  más  las  cosas,  los

               mercenarios espartanos contratados gracias a todos estos ingresos fiscales —un

               millar de soldados hoplitas y treinta asesores militares— llegaron con su propio
               oficial,  el  antiguo  aliado  de  Egipto  Agesilao.  A  sus  ochenta  y  cuatro  años  de

               edad, era un veterano en todos los sentidos de la palabra, y no iban a quitárselo

               de encima poniéndolo al frente de un cuerpo de mercenarios; solo estar al mando

               de todo el ejército le satisfaría. Pero, para Dyedhor, ello equivaldría a relegar a
               otro aliado griego, el ateniense Cabrias, que inicialmente había sido contratado

               por Hakor en la década del 380 para supervisar la política de defensa egipcia.

               Con Cabrias al mando de la armada, a Agesilao se le dio el control de las fuerzas
               terrestres. Pero la presencia de tres hombres con un ego tan enorme en lo más

               alto de la cadena de mando amenazaba con desestabilizar toda la operación. Con

               el conjunto del país resentido por los abusivos impuestos, la expedición estuvo
               impregnada desde el primer momento por una atmósfera de sospecha y paranoia.

                  El  relato  más  vívido  de  los  acontecimientos  que  rodearon  a  la  funesta

               campaña  de  Dyedhor  en  el  año  360  nos  lo  proporciona  un  testigo  ocular,  un
               médico  llamado  Unnefer  oriundo  de  la  parte  central  del  delta.  Nacido  a  unos

               quince  kilómetros  de  la  capital  dinástica  de  Tyebnetcher,  Unnefer  era

               exactamente el tipo de fiel seguidor favorecido por Najtnebef y su régimen. Tras

               su inicial educación en el templo local, Unnefer se especializó en medicina y
               magia, y fue en ese contexto en el que atrajo la atención de Dyedhor. Cuando el

               rey decidió iniciar su campaña contra Persia, a Unnefer se le confió la redacción
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