Page 540 - Auge y caída del antiguo Egipto
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MAGIA ANIMAL
El juego del gato y el ratón que mantuvo Egipto con el poderoso Imperio persa
en el siglo IV determinó no solo su política interior y exterior, sino también su
psicología nacional. La omnipresente amenaza de reconquista y la constante
necesidad de vigilancia defensiva hicieron que Egipto se replegara sobre sí
mismo mientras luchaba por encontrar la base de una renovada sensación de
seguridad. En un mundo de fuerzas globales, cambio e incertidumbre, los
egipcios se refugiaron cada vez más en aquellas tradiciones y valores que los
definían y diferenciaban de otras culturas. El rasgo más duradero y distintivo de
la civilización faraónica era su religión. Contemplada con arrogante desdén por
los griegos y con confuso desapego por los persas, la plétora de deidades
animales de Egipto encarnaba los valores autóctonos egipcios por excelencia.
Además, los dioses representaban fuerzas ancestrales e inmutables que
prometían la salvación última, fueran cuales fuesen las vicisitudes de la vida
real: «A mi alrededor solo veo cambio y decadencia total. ¡Oh, tú que no
cambias, permanece conmigo!». 10
Los cultos a animales sagrados tenían una larga historia en el valle del Nilo —
en los inicios del período predinástico se enterraba a los animales en recintos
funerarios, y en Menfis se había rendido culto al toro Apis ya desde la fundación
del Estado egipcio—, pero su rápido incremento de popularidad fue un
fenómeno característico del breve período en que Egipto no estuvo bajo el
dominio persa. Y condujo a algunas de las prácticas más extrañas jamás
presenciadas en la tierra de los faraones.
A mediados del siglo IV, los cultos a animales eran ubicuos. Había gatos
sagrados en Bast, perros y gacelas sagrados en Tebas, toros sagrados en Iunyt,
cocodrilos sagrados en Shedyt, y hasta peces sagrados en Dyedet. Cada culto
tenía su propio templo y su propio clero, y debido al sistema rotatorio utilizado
para designar a los empleados de los templos, ello significaba que una gran
proporción de la población compartía la riqueza de un fenómeno a escala