Page 552 - Auge y caída del antiguo Egipto
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línea, el comandante macedonio de las fuerzas de ocupación, Peucestas, había
mandado colgar un aviso en la necrópolis de animales sagrados de Saqqara en el
que prohibía a sus tropas entrar en la zona ritual. Todavía hoy se conserva como
uno de los documentos griegos más antiguos escritos en papiro, y como
demostración palpable del espíritu integrador de Alejandro.
Sin embargo, no todos los que integraban el séquito de Alejandro compartían
su amplitud de miras ni su interés en un buen gobierno. Sus planes tan
cuidadosamente elaborados empezaron a desmoronarse muy pronto cuando las
ambiciones enfrentadas de sus subordinados salieron a la superficie. El
gobernador egipcio dimitió y dejó a su colega persa toda la responsabilidad de la
administración civil. Poco después, también este era apartado del cargo, ya que
el comandante griego responsable de la zona fronteriza oriental y de las finanzas
del país, Cleómenes de Naucratis, fue ascendido al puesto de sátrapa, con plenos
poderes. Pese a los grandes esfuerzos de Alejandro, Egipto iba en camino de
volver a convertirse en una dictadura.
Su prematura muerte, ocurrida tan solo ocho años después, el 10 de junio del
323, marcó el destino del país. Cuando los lugartenientes más próximos a
Alejandro pugnaron por repartirse su enorme imperio, un general llamado
Ptolomeo, hijo de Lagos, logró que se le asignara la satrapía de Egipto. Dado
que había acompañado a su amigo de la infancia Alejandro en la visita que este
hiciera al oráculo de Amón, Ptolomeo podría muy bien haber argumentado que
tenía cierto derecho a la provincia. Sin duda sabía que era la más rica y la más
fácil de defender de las numerosas conquistas de Alejandro; en otras palabras,
que estaba en una posición inmejorable para convertirse de nuevo en un
poderoso reino por derecho propio. De inmediato, Ptolomeo viajó a Egipto,
expulsó al impopular Cleómenes y empezó a consolidar su autoridad.
Hacerse cargo de las Dos Tierras planteaba un espinoso problema: puede que
Ptolomeo tuviera las riendas del poder político y económico, pero carecía de la
autoridad moral y espiritual que poseyera Alejandro para reinar en Egipto como
faraón. Con el gran conquistador muerto, era posible que los egipcios se