Page 73 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 73
El sacrificio de sirvientes alcanzó su apogeo en una etapa relativamente
temprana: la tumba de Dyer, tercer rey de la I Dinastía (c. 2900), estaba rodeada
por 318 sepulturas secundarias. Al parecer, los soberanos de Egipto, que
acababan de adquirir el poder absoluto, estaban ansiosos por probarlo. Entre los
cuerpos enterrados en torno al rey para que le sirvieran fielmente en el más allá
se incluían también sus mascotas, además de su séquito humano. El hecho de
que la misma provisión mortuoria se considerara igualmente apropiada, por
ejemplo, para perros y concubinas, dice mucho del estatus de sumisión de los
sirvientes reales en los primeros tiempos de la corte egipcia. Tras los reinados de
Dyer y su sucesor, Dyet, parece que la práctica de sacrificar a los sirvientes fue
declinando, hasta desaparecer abruptamente al final de la I Dinastía. Sin
embargo, uno no puede por menos que preguntarse si lo que puso fin a dicha
práctica no fue una reticencia económica antes que ideológica. Al fin y al cabo,
eliminar a todo un séquito al final de cada reinado representaba un enorme
despilfarro de talento, y si había un rasgo que distinguía a los antiguos egipcios
era el de ser prácticos.
El sacrificio humano también aparece representado en diversas etiquetas de
tumbas reales. Algunos de tales rótulos, que originariamente se adjuntaban a
jarras y cajas de provisiones, tienen inscritas escenas de las actividades de la
realeza. Dos de ellos, que a todas luces conmemoran el mismo acto, muestran a
un hombre arrodillándose con los brazos atados a la espalda. Frente a él, en el
suelo, aparece una gran palangana. Su propósito resulta horriblemente claro,
puesto que otro hombre está de pie junto a la víctima con un largo cuchillo en la
mano, listo para hundírselo en el pecho. No hay ningún texto escrito que arroje
más luz sobre esta escena, pero pocas dudas puede haber de que implicaba el
asesinato ritual de un prisionero humano como parte de una ceremonia de la
realeza.
Por medio de los objetos enterrados en ella y de los sirvientes sepultados a su
alrededor, la tumba real estaba diseñada para permitir al rey seguir presidiendo
las ceremonias regias durante toda la eternidad. En ese sentido, representaba la