Page 128 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
P. 128
tados con las sepulturas gentilicias—, en puntos montañosos, en medio de bosques
o junto a ríos y lagos. De estos santuarios rurales pueden citarse, además del de Bro
llo, al que se aludirá después, el de la necrópolis de la Cannicella en Orvieto, el de
Menrva en Punta della Vipera, excavado por M. Torelli, cerca de Santa Marinella, y
los de Cortona, Chiusi, Blera y Norchia, situados también en ambientes funerarios.
No hay que olvidar las tres áreas sagradas de Vulci, en sus necrópolis de la Polledra-
ra, del Ponte Rotto y del Ponte Sodo, ni el santuario del Fondo Patturelli, de Orvie
to, ni el de Pantanelli en Amelia.
Podría aquí aducirse una larga serie de divinidades veneradas en santuarios y lu
gares extraurbanos, siguiendo a G. Colonna. De las mismas citamos a Selvans, con
culto por toda Etruria (áreas de Volsinii, Sarteano, Chiusi), a Thuflthas (Tarquinia,
Chiusi) y a Usil, con culto en Pieve Socana.
Templos
Respecto a los templos debe recordarse que el vocablo templum es un término ex
traído del vocabulario de la técnica adivinatoria etrusca, que servía para señalizar una
particular área del cielo de la cual el sacerdote recogía los presagios que pudieran ma
nifestarse y los interpretaba. Mientras se efectuaba tal operación, el sacerdote —al de
cir de muchos etruscólogos— debía mirar siempre al sur.
Por tal razón, los templos etruscos, que venían así a ser la proyección en la tierra de una
región sagrada del cielo, se hallaban orientados hacia el mediodía (R En king, F. Prayon).
Las regiones sagradas celestes fueron dieciséis, resultantes de un teórico círculo di
vidido en cuatro partes separadas por dos ejes que se cruzaban en ángulos rectos, orien
tados este-oeste y norte-sur, los cuales, a su vez, se subdividían en otras cuatro partes
(Plinio el Viejo, Nal. Hist., II, 143).
Cada una de las regiones era la sede de una divinidad que desde el cielo «envia
ba sus miradas al mundo terrestre» (F. Prayon). Fue, pues, fundamental el tener en
cuenta todas las regiones celestes a la hora de orientar los edificios sagrados (santua
rios, templos, altares), así como las tumbas y las ciudades.
Si esto fue así para los primeros períodos históricos, luego se modificarían los ejes
de orientación, que se desplazarían ligeramente hacia el sudoeste (caso de los templos
de diosas, sobre todo). La orientación sudeste fue más rara, si bien los templos de Ti
nia y el de Belvedere de Orvieto fueron dispuestos así. En algunas ocasiones, la pro
pia distribución urbana o la orografía del lugar obligó a ubicar los templos sin aco
gerse a la orientación de las regiones celestes.
Por otra parte, en el caso de los altares, su orientación fue independiente de la de
los templos. De ordinario, los altares miraban al este, al sol naciente (caso de los 13
altares de Lavinium o el del Portonaccio, en Veyes, por ejemplo), dirección hacia la
cual acabaría mirando el sacerdote durante el culto (M. Pallottino, A. J. Pfiffig).
Cuestión muy interesante y debatida la constituye determinar los orígenes del
templo etrusco. Acerca de tal asunto se han argumentado diversas teorías. Para unos,
sería el resultado de la yuxtaposición de tres templos de celia única, a los que se dota
ría de un prónaos común. Según otros, tendría un origen minoico o micénico e inclu
so anatólico. Algunos más consideran que habría derivado de las propias cabañas vi
llanovianas —conocidas por las urnas cinerarias—, estructuralmente de pieza única
en forma rectangular y de elevado tejado. Luego, sobre esa concepción indígena de
134