Page 127 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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El hecho de incluir también un relato de la epopeya homérica en las pinturas ven­
        dría a indicar, en clave mítica, el cumplimiento de un episodio anunciado siglos antes.
        Así, la posterior eliminación de Tarquinio Prisco, muerto como consecuencia de una
        intriga tramada por los hijos de Anco Marcio, representaría el cumplimiento histórico
        de la victoria que en el pasado los griegos habían obtenido sobre los troyanos.
            Como ha puesto de relieve M. Torelli, la Tomba Frangois significó «un monumen­
        to de la ideología oligárquica, que exaltaba el rango triunfador y de magistrado aus­
        piciante» de su propietario,  Vel Saties, un magistrado de Vulci, victorioso en sucesos
        militares  que le valdrían los honores  del triunfo  en la guerra que enfrentó a Roma
        contra Tarquinia entre el 358 y el 340 a.C.
            Las  magníficas  pinturas  de la  Tomba quizá evidencien  el  deseo  de  Vel Saties de
        considerarse el digno continuador, en Vulci, de los hermanos Vibenna y de Macstar-
        na. De ahí el testimonio pictórico de sus hechos en la tumba de aquel personaje.



        E d if ic io s  r e l ig io so s  y e spa c io s  sa g r a d o s

            En el interior de las ciudades, en sus cercanías e incluso en ambientes rurales de
        su ámbito de influencia, sin olvidar las necrópolis, superada la fase de culto domés­
        tico, centralizado en la casa, y la de los grupos gentilicios (oikos de las regiae o pala­
        cios), se levantaron santuarios y templos para tributar en ellos el adecuado culto a los
        dioses que la sociedad etrusca, cada vez más compleja, demandaba. El «servicio divi­
        no»  (aisuna,  aisna,  en  etrusco)  debía  realizarse  en  lugares  específicos  —santuarios,
        templos, capillas, altares— cuya construcción había estado sujeta de modo previo a
        minuciosas  reglamentaciones y ritos:  elección del lugar adecuado,  delimitación sa­
        grada, ceremonias auspicíales y de purificación. Aquellos quehaceres eran efectuados
        por personal especializado.


        Santuarios

           Los santuarios consistían básicamente en un espacio sagrado, cerrado mediante
        un muro con puertas de acceso o delimitado por mojones, en algunos casos inscritos
        con  el nombre  de  la divinidad.  Algunos  de  aquellos  santuarios  no  dispusieron  de
        construcciones templares, sino que se reducían realmente a «espacios sagrados» (téme­
        nos), en los cuales un altar (bomós) y una terraza elevada, a manera de podium, eran los
        elementos básicos.
           De  acuerdo con J.-R. Jannot, los santuarios  etruscos  conocieron tres puntos de
        ubicación: en el interior de las ciudades, fuera de ellas y en la campiña.
           Los primeros se situaron en lugares muy concretos del tejido urbano, como po­
        drían ser sus acrópolis (Veyes, Vulci, Marzabotto); sus ágoras (Marzabotto, Tarquinia,
        Orvieto); o sus puertas de acceso (Vulci, Tarquinia, Veyes, Arezzo).
           Como  santuarios  extraurbanos  pueden  considerarse  los  situados  junto  al  mar
        (Pyrgi y Gravisca) o en las afueras de las murallas. A algunos de éstos, extramuros, la
        historiografía los  evalúa como santuarios federales; sobre ellos se está muy mal infor­
        mado, dada la irrelevancia de sus restos arqueológicos en la mayoría de los casos.
           Los catalogados como rurales, muy numerosos y de carácter polifiincional, se dis­
        pusieron a lo largo de los caminos o en sus encrucijadas, en las necrópolis —conec­

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