Page 134 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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pelasgos. Por su parte, Diodoro de Sicilia (XV, 14, 9) recuerda el gran botín que obtuvo
        en su saqueo del 384 a.C. el tirano Dionisio I el Viejo de Siracusa. Tras aquella acción,
        el santuario conoció una renovada prosperidad; sin embargo, hacia el 270 a.C., cuando
        Caere fue incorporada al Estado romano, Pyrgi y su santuario fueron destruidos.
           El área del santuario, cercana a los 6.000 m2, se hallaba no lejos del mar, lo que
        constituyó un hecho excepcional, pues los templos etruscos, como ha remarcado
        R. Bloch, se hallaban siempre en las ciudades o en sus cercanías y con frecuencia en
        las alturas. Su construcción hubo de efectuarse a comienzos del siglo vi a.C., como
        han revelado sus restos arqueológicos.
           En su ámbito sagrado, comenzado a excavar en 1957, se levantaron dos templos,
        circunstancia exigida por los cultos  diferenciados que en ellos llegaron a tributarse.
        El más antiguo, el «Templo B» (llamado así por haber sido localizado en segundo lu­
        gar), medía unos 600 m2 cuadrados de superficie y constaba de una sola celia, circun­
        dada de una perístasis helenística de cuatro columnas en sus frentes y de seis en sus
        lados. Aunque el frontón era etrusco, pues estaba totalmente abierto, su aspecto ge­
        neral recordaba el tipo griego dórico occidental. Los altorrelieves que decoraban las
        cabeceras de sus vigas recogían escenas alusivas a los  Trabajos de Hércules.
           El templo se levantaba sobre un témenos largo y estrecho en uno de cuyos extre­
        mos —el del lado sur— se hallaban 20 cellae, precedidas de una fila discontinua de
        pequeños altares (G. Colonna). Dichas ceüae hubieron de servir como estancias para
        albergue o posada (katagógion) de gentes ocasionales admitidas en el santuario o bien
        como residencia de las sacerdotisas que ejercían la prostitución sagrada, pues tres si­
        glos después  el poeta romano Lucilio en una de sus Sátiras todavía recordaba a las
        «prostitutas de Pyrgi» (scortapyrgensis).
           De acuerdo con el análisis morfosintáctico (H. Rix) y la exégesis (M. Cristofani)
        de las famosas  inscripciones  sobre  tres  láminas  de  oro,  allí encontradas  en  1964
                                             —y  de  las  que  nos  ocuparemos  en  su
                                             momento—,  se  puede  afirmar  que  el
                                             templo ya existía en tiempos de  Thefarie
                                             Velianas,  magistrado  supremo  de  Pyrgi
                                             hacia el 500 a.C., quien dedicó en tal lu­
                                             gar un edículo a la diosa  Uni, identifica-
                                             ble con Astarté.
                                                Los restos de decoración en terracota
                                             (antefijas) hallados en el sector lateral del
                                             lado sur —a los que se aludirá más ade­
                                             lante— han testimoniado que el sistema
                                             ornamental del templo evidenciaba una
                                             construcción  de  gran  prestigio.  Las  tres
                                             parejas  de  antefijas,  que  presentaban
                                             cada una un personaje masculino y otro
                                             femenino,  han  sido  conectadas  con  el
                                             viaje sobre el mar, con símbolos astrales
                                             y con el mundo de los caballos. Para al­
                                             gunos  etruscólogos,  tales  antefijas,  re­
                                             sueltas  con temática helénica, tienden a
                                             reflejar,  sin  embargo,  un  calendario  de
                                             fiestas.


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