Page 141 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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cíales, la Liga acabó constituyéndose en una comunidad militar, con determinados
tintes políticos, aunque no vinculantes.
Otro tanto harían más tarde las ciudades de la Etruria campana, aglutinadas en
torno a la ciudad de Capua, y las de la Etruria padana, en torno a Felsina, al decir de
Tito Livio y Diodoro de Sicilia.
No es posible todavía relacionar las ciudades que formaron parte de estas dos li
gas. La dodecápolis campana hubo de estar constituida, además de Capua, como ca
pital, por las ciudades de Nola, Acerra, Nocera y quizá Suessola, Herculano, Pompe-
ya, Sorrento y Pontecagnano. Algunos de los enclaves denominados Irnthi, Velsu,
Urina y Velcha —conocidos por aparecer consignados en monedas— también forma
rían parte de esta dodecápolis.
A la dodecápolis padana, además de su principal ciudad, Felsina, hubieron de
pertenecer las ciudades etruscas ubicadas en Marzabotto y en Casalecchio di Reno,
así como Spina. Con alguna probabilidad también estarían Ravenna, Cesena, Rimi
ni, Módena, Parma, Piacenza, Mantua y quizá Melpum.
Muy pronto los lucumones de cada ciudad celebraron anualmente, durante la pri
mavera —no se sabe por qué motivaciones en esta estación—, consultas políticas y
militares en el Fanum Voltumnae, templo al que antes ya se aludió, situado cerca de
Volsinii (Orvieto). Allí, según señaló Tito Livio (I, 8), aquellos doce pueblos —en rea
lidad, las principales ciudades de las tres confederaciones dodecárquicas— procedían
a la elección de un rey, lo que corrobora Servio (AdAen., VIII, 475), el comentarista
de Virgilio, al declarar que Etruria contaba con «doce lucumones», siendo uno de
ellos, el zilath mechlrasnal, el jefe de los demás, quien, investido del poder supremo o
truna (similar a la arché griega o al imperium romano), ordenaba las fiestas y los gran
des juegos que habían de celebrarse (sollemnia ludorum), así como trazaba, aunque
muy genéricamente, las líneas de la alta política que había que seguir (decretos, gue
rras, sanción o ayuda a los centros urbanos), si bien sin perder las ciudades su propia
autonomía.
Se ignora cómo era designado el supremo jefe de la Confederación, que algunos
ven recogido en la expresión purthn-macstm, dado que en las fuentes clásicas no se es
pecificó nunca el método o métodos empleados (V. Bellini).
Como señaló hace muchos años L. Pared y más recientemente M. Cristofani,
la Liga no planificó ninguna política común ni en sus mejores momentos ni ante la
agresión romana, debido sobre todo «al carácter religioso de la institución». Idea tam
bién mantenida por A. Hus, quien afirmó que la Liga jamás impidió las luchas entre
las propias ciudades etruscas, como lo demuestran los frescos de la Tomba Francois, ni
tampoco supo hacer causa común contra griegos, romanos —aislamiento de Veyes,
dejada a su suerte, entre el 406 y el 396 a.C.— y cartagineses.
Luego, a finales del siglo vi a.C., los etruscos, tras un período de dictaduras mili
tares o de tiranías —a las que antes se ha aludido—, evolucionarían políticamente
hacia formas constitucionales republicanas oligárquicas, basadas en principios censi-
tarios —los ciudadanos fueron reagrupados en «clases», según su riqueza—, al igual
que habían hecho griegos, fenicios y latinos, controladas por magistraturas electivas,
temporales (un año de duración) y tal vez colegiadas, junto a un senado —designa
do, al parecer, con los términos cechana y cechasiethur— formado por los jefes de las
gentes o grandes familias.
A partir de entonces en el Fanum Voltumnae se comenzó a elegir al lucumón o rey
—cuyo poder había sido expresión de la aristocracia agraria— mediante juramentos de
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