Page 156 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Piezas arqueológicas —sobre todo lastras de terracota— dejan ver lo que parecen
ser ejércitos cívicos conducidos por porteadores de insignias ciudadanas (lituus) y que
actuaban en tanto que magistrados militares y no por iniciativa personal. Eran ciuda
danos que, ya fuese por cargo hereditario o electivo, tenían la función de defender a
su ciudad. Sin embargo, la amalgama de los soldados que forman las tropas en las re
presentaciones plásticas demuestra que las mismas habían de ser de extracción genti
licia —aparte de los posibles mercenarios—, constituidas por hombres dependientes
de sus señores, esto es, por miembros de rango subalterno de las familias aristocráti
cas, comparables a los clientes de las gentes romanas, y que actuarían en los ejércitos no
en función de su situación social, sino de acuerdo con sus aptitudes militares.
Dionisio de Halicarnaso (IX, 5), al hablar de la guerra de Veyes, indica que «los
hombres más poderosos de toda Etruria habían acudido, trayendo consigo sus pro
pios penestes». El vocablo griego penéstes equivale a «trabajador», «jornalero», «sier
vo», en suma, a hombre dependiente. Ello quiere decir que los ejércitos etruscos no
estuvieron constituidos sin más por ciudadanos, por iguales, sino que en los mismos
participaron nobles y dependientes, señores y compañeros. Es decir, la suma de sin
gulares ejércitos gentilicios constituiría a partir del siglo v a.C. el ejército etrusco cívi
co, lo cual testimonia una persistencia de estructuras antiguas —el étimos de la civili
zación etrusca— opuestas en todo a las griegas y a las romanas.
El a r m a m e n to
Las necrópolis etruscas han facilitado relativa información acerca del armamen
to, el cual conoció un claro avance y mejoras técnicas desde la época villanoviana
hasta el final de la historia etrusca.
Los ejércitos estuvieron equipados con armas defensivas y ofensivas, las cuales,
además de su finalidad militar, alcanzaron en Etruria, sin lugar a dudas, condición y
manifestación de prestigio, hecho que puede demostrarse a partir de la gran variedad
de ornamentos, sobre todo presentes en los cascos y yelmos, y de la calidad de los
materiales y acabado que realzaban a determinadas armas.
Entre las armas defensivas, las más significativas fueron los cascos —y no hace
mos distinción técnica entre casco (cassis) y yelmo (galea)—, las corazas, los escudos
y las grebas o canilleras (cnemides).
Los cascos eran de bronce y adoptaron formas muy variadas e incluso espectacula
res; constan de cuatro partes, el krános o cofia de la cabeza, elfalos o visera, la filara o cu
brenuca y las paragnathides o carrilleras. La ornamentación de los mismos fue usual
mente muy vistosa, trabajada a buril o modelada con pequeños bullones formando
dibujos geométricos.
Afortunadamente, han llegado a nuestros días bastantes cascos, lo que ha permi
tido conocer sus tipologías, desarrollo y características técnicas. El más común, ya
empleado en época villanoviana, fue el que ha sido llamado «de cresta», utilizado, sin
duda, por los guerreros de mayor prestigio y rango. Tienen forma campaniforme,
más o menos apuntada, y están coronados con una cresta triangular que recorre todo
el surco medio del casquete por encima del ápice. Estaban fabricados de dos piezas
unidas con pequeñas placas rectangulares sujetas con remaches. Un casco de Veyes
(64 cm de altura), hoy en el Museo de Villa Giulia, presenta, como excepción, una
cresta muy desproporcionada, adorno que hubo de dificultar su utilización, si es que
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