Page 158 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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piezas (bivalva) que se ataban sobre los lados y los hombros mediante correas y hebi
llas. Adoptaban tanto las formas lisas, a modo de lorigas, como las anatómicas, de
tipo «musculado», imitando la musculatura pectoral y abdominal humana, forma
esta de clara influencia griega.
En cuanto a los escudos, asimismo de bronce, sus tipologías fueron sobre todo
de formas circulares, decorados con diferentes motivos o emblemas (epísema) que in
dividualizaban sus orígenes gentilicios o cívicos. Para que no pesaran en exceso se fa
bricaron con lámina broncínea delgada, por lo que, de hecho, fueron de débil con
sistencia. Prácticamente, los pocos que han llegado lo han hecho en un estado de
conservación muy deficiente.
Las cnemides, que protegían las piernas, fueron de dos tipos, uno más tosco, a base
de una plancha de bronce que adoptaba la anatomía de la pierna, y otro más ligero,
en forma de placas con anillas laterales por las que pasaban las tiras de cuero de su
jeción.
Referente a las armas ofensivas hay que decir que han llegado pocos arcos y fle
chas y, en cambio, muchísimas más lanzas, jabalinas, espadas, puñales y hachas.
La lanza y la jabalina, bien de bronce, bien de hierro, fueron las armas más co
rrientes, si se toma como referencia la abundancia —siempre relativa— con que apa
recen en las tumbas. Las mismas conocieron diferentes tipos, tanto en sus láminas
como en su sistema de sujeción al asta o mango al que iban incorporadas. Las lámi
nas adoptaron formas de hoja de laurel o de olivo, pero también se conocieron las
triangulares y las de bordes ondulados. Para Plinio el Viejo (Nat. Hist., VII, 57, 201),
la lanza ligera que manejaban los veliti romanos era de origen etrusco. Las espadas y
puñales también fueron de una gran variedad, según evidencian sus láminas y sus
empuñaduras, casi siempre decoradas. Las láminas podían ser estrechas y anchas, rec
tas o asimétricas, cortas y largas; las empuñaduras, básicamente, adoptaron forma de
antenas de botón o en forma de «T». Entre las cortas cabe destacar la muy parecida a
la griega máchaira, de tipología similar a las falcatas ibéricas.
Las hachas, en su mayoría de bronce, presentaban uno o dos filos (bipennis) y su
variedad venía dada por el distinto tipo de enmangamiento. De hecho, constituían
un antiguo símbolo de valor económico y de poder (G. Bartoloni). Según esta auto
ra, si se exceptúa el ejemplar de la Tomba cklLittore (Vetulonia) o de la que aparece en
la estela de Avele Feluske, hoy en Florencia, las que han llegado a nuestros días lo han
hecho en formas miniaturizadas y simbólicas. Además de los pequeños ejemplares
en bronce, marfil y hueso de la necrópolis de San Montano del enclave griego de Pi-
tecusa, desde donde se difundiría tal tipo de hacha, también se han localizado bipen
nis fabricadas en cerámica en Tarquinia (túmulo de Poggio Gallinaro).
Además de las armas blancas citadas, bastones y mazas, sin olvidar las primitivas
hondas, completaban la panoplia de las armas ofensivas.
Numerosas cerámicas —entre ellas, una oinocbóe, atribuida al Pittore della Sfinge
barbuta, hoy atesorada en París, que recoge el tema de la Ilioupersis, o caballo con el
que los griegos penetraron en Troya—, diferentes relieves sobre lastras de terracota,
al igual que restos de bocados de caballo y restos de carros de bronce de dos ruedas,
testimonian la existencia de la caballería y de la carrería etruscas. Debe decirse, sin
embargo, que el material hípico que nos ha llegado es poco significativo, pudiéndo
se señalar, entre otros, los restos de la biga de Ischia di Castro, localizados en 1967, el
carro «de parada» de Monteleone (Spoleto), el carro de la Tomba Bernardini, y los ele
mentos del carro de Castel San Mariano (Perugia).
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