Page 277 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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a realizar una serie de prodigios (aparición de una frondosa viña que cubrió el barco,
conversión del propio Dioniso en león) a fin de desembarazarse de sus raptores. Al
ser devorado el capitán tirreno por el león, sus marineros no dudaron en lanzarse al
mar para eludir la muerte, siendo convertidos finalmente en delfines. Una hidria de fi
guras negras, fechable en el 520 a.C. y tal vez trabajada en Vulci por artistas jónicos, y
hoy atesorada en el Museum of Art de Toledo (Estados Unidos), a la que también he
mos hecho referencia, representa magistralmente la metamorfosis de los piratas tirrenos
en delfines (el delfín de la izquierda, curiosamente, todavía tiene cabeza humana).
La m o n e d a
El comercio etrusco se basó al comienzo, como se ha dicho, y durante algunos
siglos, en el trueque de productos y materias primas, sin plantearlo en términos mone
tarios. La moneda, como tal, apareció por primera vez en Italia hacia el año 550 a.C. en
las colonias griegas (Síbaris, Metaponto, Crotona, Tarento, Reggio, etc.), acuñándose
ejemplares a imitación de las series griegas y chipriotas. La emisión de las series mo
netales etruscas —que no fueron unitarias ni nacieron en un único lugar, según
apuntó F. Panvini Rosati— tendría lugar poco después, aunque coincidió, sin embar
go, en un momento ya de clara decadencia política y económica.
De hecho, tres circunstancias llevaron a los etruscos a emitir moneda: su activa
participación en el comercio interno marítimo en áreas meridionales de Italia, el
pago a mercenarios (luchas en Sicilia y contra los romanos) y la ayuda económica
prestada a Roma en las guerras púnicas contra Aníbal.
Previamente a la aparición de la moneda etrusca, diferentes utensilios de bronce
—muchos de ellos atesorados en ripostigli— hubieron de funcionar como elementos
de referencia premonetal. El hecho de llevar incorporadas contraseñas alfabéticas
(caso del ripostiglio de San Francesco, en Bolonia, ya citado) evidencia que pudieron
haber circulado con categoría premonetal entre los siglos ix y vil a.C. (el sistema de
contraseña alfabética también se dio en el siglo vi a.C. sobre cerámicas). Al propio
tiempo, el bronce, tanto en bruto (aes rude), pesado en balanzas, como en forma de
anillos o de figuras, fue utilizado con valores ponderales fijos, pudiendo por ello ser
vir de referencia o patrón.
La presencia del aes rude en depósitos de santuarios (como el del Felterona, con
millares de piezas) y en ambientes funerarios (aquí sólo con una o dos piezas por de
posición), significa que tal tipo de metal hubo de ser empleado como instrumento
que cumplía dos funciones: la de facilitar el cambio de productos o su compraventa,
dado su carácter de patrón referencial, como se ha dicho, y la de acumular riqueza
con la simple posesión de tales piezas metálicas.
Asimismo, los objetos metálicos —sobre todo, los asadores—, el empleo de mo
nedas griegas que ya circulaban y la plata, que se pesaba de acuerdo con una unidad
extranjera (el pie persa, que equivalía a 5,70 g), sirvieron en no pocas ocasiones como
elemento de canje comercial o como referencia del mismo.
A los trozos de bronce les siguieron, en tomo a la mitad del siglo vi a.C., lingo
tes del mismo metal, fundidos en forma de panes y con una marca o contraseña de
su valor oficial (aes signatum) que tuvieron un claro carácter protomonetal, práctica
mente por toda Etruria. Plinio el Viejo (Nat. Hist., XXXIII, 43) recoge de Timeo la
noticia según la cual Servius (Servio Tulio) rex primus aes signavit, dando con ello tal
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