Page 292 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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le, de entre ellas, la estatua de un hoplita (30,50 cm de altura), fechada en el 450 a.C.
        Se trata de un exvoto en bronce que expresa todo el ideal de isonomía de las clases
        hoplíticas etruscas. Tal guerrero, con armadura de estilo griego, porta escudo redon­
        do en su antebrazo izquierdo, y en su mano una espada; en la mano derecha llevaría
        una lanza que hoy le falta. Su cráneo está protegido por un yelmo ático, cuyas parag-
        nátides  están levantadas,  dejando ver su imberbe  rostro.  Algunos  autores  suponen
        que se realizó en Orvieto. Esta magnífica pieza la atesora hoy el British Museum.



        La c o r o p l á s t i c a
           La coroplástica etrusca, que se especializó en placas figuradas, sarcófagos, urnas
        cinerarias,  decoraciones  arquitectónicas  (antefijas, antepagmenta,  estatuas  acroteria-
        les, acróteras) y esculturas votivas, fue capaz de realizar estatuas de terracota incluso
        de  grandes  proporciones  que  luego  policromaba,  utilizando  como  colores  base  el
        blanco, el negro y el rojo. Al igual que en Grecia, los artistas etruscos emplearon di­
        ferentes convenciones cromáticas, que en el caso de las carnaciones masculinas se fi­
        jaron en los tonos rojos oscuros y en las de las femeninas en los blancos o más rara­
        mente rosas. No sólo se trabajaron ejemplares con moldes (decoración del tejado de
        Murió, por ejemplo),  sino  que  también  se  modelaron grupos  de guerreros  comba­
        tiendo, como los de Falerii (Civitacastellana) o Pyrgi, e incluso magníficas esculturas
        aisladas de bulto redondo.


        a)  Las terracotas de Pyrgi


           El «Templo A» de Pyrgi contó en su sector posterior con un magnífico altorrelie-
        ve policromado sobre placas de terracota (1,26 m de altura), hoy restaurado en parte
        y expuesto en el Museo de Villa Giulia de Roma. El mismo evidencia la gran calidad
        plástica y los recursos compositivos de su anónimo autor, que supo plasmar la trági­
        ca muerte de dos de los héroes de la saga griega más conocida en Etruria, Capaneo
        y Tideo, partícipes de la fallida expedición de Los Siete contra Tebas. El primero, Capa-
        neo, aparece figurado en el momento de recibir el mortal rayo de Zeus, y el segundo,
        Tideo, caído en tierra y ya en trance de morir, todavía tiene arrestos para sorber los
        sesos de Melanipo, muerto a su vez por Anfiaro, adivino y jefe guerrero de Argos. La
        diosa Atenea contempla aterrorizada la brutal escena.
           Después de la destrucción de Pyrgi en el 384 a.C. por el ataque del tirano Dioni­
        sio I el Viejo de Siracusa, el «Templo A» fue provisto de una nueva decoración, tam­
        bién de terracota. De los restos hallados han podido ser identificadas algunas piezas
        pertenecientes a diversos personajes de la mitología griega, caso de un Heracles des­
        nudo, tocado con una corona de hojas de un héroe (¿Evandro?), caso de una Leucó-
        tea, cuyo rostro, bellísimo, expresa temor, y de un Palemón, hijo de la anterior.
           El «Templo B», mucho más antiguo, se hallaba, asimismo, decorado con placas de
        terracota de revestimiento que recogían escenas alusivas a los famosos Trabajos de Hércu­
        les. De mayor interés eran, sin embargo, las antefijas que adornaban las cámaras de un
        edificio, existente en el lado meridional del témenos, destinadas —como se dijo con an­
        terioridad—, tal vez, a las personas que ocasionalmente frecuentaran el santuario o a las
        hieródulas del mismo. Se han recuperado tres parejas de tales antefijas, que representan


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