Page 294 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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El conjunto de tales esculturas, todas
                                             policromadas  con  brillantes  colores,  fi­
                                             guraba la lucha  entre Apolo y Heracles
                                             por la posesión de la cierva de  Cerinia.
                                             La estatua de Apolo, que ha llegado más
                                             completa  —el  conjunto  fue  destruido
                                             con ocasión del ataque romano del 396
                                             a.C.—, centra el interés en su rostro, en
                                             el cual sobresalen sus ojos de mandorla,
                                             su sonrisa arcaica, las largas trenzas y los
                                             rizos en la frente. El cuerpo del dios, en­
                                             vuelto por finísimo vestido, avanza frente
                                             a su rival Heracles, en actitud de determi­
                                             nación  y  fuerza.  A  esta  gesticulación  se
                                             contrapone el otro grupo acroterial, Leto
                                             y Aplu,  en el que se evidencia la ternura
                                             maternal de la diosa Leto, la cual  acaricia
                                             y protege al pequeño Aplu —sólo restan
                                             sus piernas y pies— que lleva en sus bra­
                                             zos, protegiéndolo  del  ataque  de  la ser­
                                             piente pitón.
                                                Estas  famosas  esculturas  de  tamaño
                                             natural (el Apolo mide  1,81  m de altura
                                             y la figura de Leto  1,66 m) se hallan ate­
                                             soradas  en  el Museo  de  Villa  Giulia  de
                                             Roma.
                                                Vulca de Veyes, llamado a Roma por
                                             Tarquinio  Prisco,  según  Plinio  el  Viejo
                                             (Nat. Hist., XXXV,  157), también trabajó
                                             en la  decoración  del Templo  de Júpiter
                                             Capitolino  de  la  ciudad  del Tiber,  para
        Apolo, obra de Vulca de Veyes. (Museo de Villa   el que modeló la estatua de Júpiter y una
                    Giulia, Roma.)
                                             cuadriga.

        d)  Los sarcófagos de barro
           Otras  famosas  esculturas  las  constituyen  las  que,  trabajadas  tanto  en  terracota
        como en piedra arenisca y mármol, adornan las tapas de los sarcófagos. Debemos in­
        dicar que estos últimos, reservados en exclusiva a las clases aristocráticas por razones
        económicas, comportaban además una gran importancia ideológica y social.
           Su elaboración muy pronto se hizo estandarizada,  si bien se procuró conservar
        en su modelado rasgos  distintivos —vestuario, joyería— y peculiares —fisonomía,
        obesidad— de las personas en ellos inhumadas o incineradas, que acabarían por crear
        verdaderos «tipos», punto de arranque de los posteriores retratos. Muchos especialis­
        tas no dudan en sostener que la retratística romana derivaba de la etrusca.
           Además de singulares retratos de difuntos, ya fueran hombres o mujeres, en mu­
        chísimos otros casos representaban a un matrimonio, por lo común reclinado amo­
        rosamente sobre un lecho (klíne), temática innovadora de clara raíz etrusca.


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