Page 293 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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cada una de ellas a un personaje masculino y a otro femenino: un hombre alado sobre
        un fondo de llamas (¿Helios?); una divinidad femenina con cuatro alas de la que sólo se
        conserva su parte inferior (¿Eos?); hombre con cabeza de gallo o de grulla (¿danzante de
        un géranos?); mujer con manto portando dos objetos circulares o páteras (¿Nyx?); figura
        femenina encuadrada entre dos caballos rampantes a modo de pótnia híppon; y un per­
        sonaje masculino, también entre dos caballos rampantes, o despótes híppon.
           Todas ellas, según M.  Cristofani, aparecen ligadas respectivamente al viaje sobre
        el mar, a símbolos astrales y al dominio sobre los caballos, entendidos en cuanto re­
        ferentes a personajes astrales.  Sin embargo, la interpretación de este ciclo figurativo
        no ha sido fijada todavía. Para O. von Vacano y G. Colonna, en las antefijas se reco­
        gió la representación cósmica, comprendiendo el Sol, la Aurora, la estrella matutina,
        Fósforo y la noche, además de una probable figuración de Heracles con los caballos
        y una epifanía de Leucótea. Otra interpretación, avanzada por M. Verzár y aceptada
        por F. Coarelli con algunas variantes, conecta las figuraciones con el mito de Teseo y
        del Laberinto.  Finalmente, F.-H.  Massa-Pairault ha sugerido  su conexión con la le­
        yenda de los Memnónidas y de los Meleágridas.
           En cualquier caso, la ornamentación del «Templo B» y de sus edificios anejos se
        basaría, tal vez, en un calendario de fiestas, ligado al curso del sol y a creencias astra­
        les, de lejano trasfondo oriental.



        b)  El llamado «cowboy» de Murlo

           Muy divulgada y famosa es la estatua acroterial de un personaje sentado, tocado
        con «amplio sombrero», tal vez un augur, y que sirvió junto a otras estatuas (no me­
        nos de dieciséis) de elemento decorativo del columen del tejado del complejo palacial
        de  Poggio  Civitate  (Murlo).  Las  mismas,  que  representaban  a  los  antepasados,
        masculinos y femeninos, del princeps palacial, estaban significadas con atributos y en­
        señas religiosas y civiles y tenían, además de su valor ornamental, una doble función
        simbólica (celebrativa y apotropaica).
           A la estatua que consideramos, debido a su curioso sombrero, se le ha puesto el
        impropio y anacrónico nombre de cowboy de Murlo.  Su rostro presenta larga barba,
        lisa y rectangular, que le cae sobre el pecho, y sus manos, cerradas, abrazarían un ob­
        jeto tubular, hoy desaparecido, atributo de su mando. Aunque ha llegado incomple­
        ta —le faltan los pies y parte del brazo izquierdo—, alcanzaría más de metro y me­
        dio de altura. Hoy puede verse en el Palacio Comunal de Siena.



        c)  El Apolo de Vulca

           Obra tal vez cumbre de la coroplástica etrusca —restaurada recientemente— es
        el famosísimo Apolo (Aplu, en etrusco) que decoró hacia el 510 a.C., junto con otras
        figuras de tamaño natural —Heracles (Herck), Hermes (Turms), Leto (Letun), también
        llamada Latona, y tal vez Minerva—, el columen o viga mayor del templo del Porto­
        naccio en Veyes.
           Este Apolo, hallado fortuitamente en fragmentos en  1916 —y las otras esculturas
        complementarias de particular elegancia y calidad—, fue realizado por Vulca, ya citado
        varias veces, único artista coroplástico etrusco de nombre conocido y de justa fama.


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