Page 365 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Unos  cuantos  autores  atribuyeron,  en  cambio,  la  revelación  a  una  profetisa,
        musa o ninfa, llamada  Vegoia, Begoe o  Vegone, según las distintas transcripciones lati­
        nas, la cual habría dictado las decisiones establecidas por Tinia —relativas a los lími­
        tes de las tierras, trabajos hidráulicos y catastros— a un toscano, no se sabe si rey o
        sacerdote, llamado Arruns Velthumnus. Sus palabras proféticas —estudiadas moderna­
        mente, entre otros, por L. Zancan y A. Valvo— serían transcritas al latín por el histo­
        riador romano, de origen etrusco, Tarquicio Prisco, coetáneo de Cicerón, y recogidas
        en los llamados Libri Vegoici, que se guardaron por orden de Augusto en el templo de
        Apolo  Palatino  (Servio, A d Aen.,  VI,  72), junto  a  otros  importantes  escritos  (entre
        ellos, las recopilaciones de algunos adivinos latinos o los Libri Sibillini, por ejemplo),
        siempre muy consultados y comentados.



        La «Et r u s c a  d isc ip l in a»

           La materia religiosa, en especial la considerada «mayor», que les fue revelada a los
        etruscos, como se acaba de señalar, a través del divino niño Tages y de la ninfa Vegoia,
        fue transmitida primeramente de generación en generación por vía oral, para acabar
        fijándose por escrito, en lengua latina, durante el siglo i a.C.
           El conjunto de todos los libros sagrados constituyó la Etrusca disciplina, esto es, la
        serie de normas y prácticas religiosas que, correctamente interpretadas, posibilitaban
        los medios para conocer la voluntad de los dioses.
           Dicha Disciplina —entendida la voz latina disciplia en su significado de «enseñan­
        za»—, que descansó más en la práctica que en la teología, siguiendo la división ter­
        naria de Cicerón (De div., I, 72), se repartió en tres series de textos, etiquetados como
        libri, tras su traducción latina: Libri Haruspicini, Libri Fulgurales y Libri Rituales. Aque­
        lla división obedecía a razones prácticas y a motivaciones de contenido temático. Por
        otras fuentes conocemos otros tipos de clasificaciones. Uno de ellos lo sería en fun­
        ción de su autor, mítico o real, caso de los Libri Tagetici,  Vegoici y Tarquetani.
           Los primeros, los Libri Haruspicini (atribuidos a Tages),  enseñaban las reglas para
        el examen de las entrañas (exta) de los animales ofrecidos en sacrificio, en especial el
        hígado.  Con la inmolación de la víctima se producía un intercambio «en clave» en­
        tre los dioses y los hombres, siendo aquéllos los que enviaban determinados signos
        a éstos a través de los órganos del animal sacrificado. Un hallazgo, realizado en 1878,
        cerca de Piacenza, facilitó el modelo de un hígado en bronce, pieza clave para el es­
        tudio de la aruspicina etrusca, «hígado» al que se aludirá in extenso más adelante.
           Los Libri Fulgurales (atribuidos  a  Vegoia) se centraban en la tipología, interpreta­
        ción, rechazo e invocación de rayos y relámpagos, conectados en todos los casos con
        el destino (fatum). Para Séneca (Nat. Quaest., II, 33), la ciencia relativa a los relámpa­
        gos se articulaba en tres momentos: análisis, interpretación y expiación, extremo este
        en conexión con la propiciación de los dioses.
           Finalmente, los Libri Rituales constituyeron un conjunto menos homogéneo en
        cuanto a su contenido.  Su colección (Festo, 285  L) estaba formada por los propios
        Libri Rituales, con normas para la fundación de ciudades, consagración de templos y
        altares, disposiciones jurídicas relativas a murallas y puertas, ritos sacrificiales e, inclu­
        so, el ordenamiento y el destino de los ejércitos (Libri Exercituales), mencionados por
        el  historiador latino Ammiano  Marcelino,  y cualquier actividad  civil  en  conexión
        con la guerra y la paz. Pero, además, comprendían los Libri Ostentaría, formados por

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