Page 430 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Sarcófago de Velthur Partimus. (Museo Arqueológico Nacional, Tarquinia).
reunir todos los escritos religiosos etruscos. Sin embargo, sus propósitos personales le
llevaron a ir alejándose gradualmente de los servicios de la aruspicina. Para distanciarse
del politeísmo tradicional y reprimir algún tipo de conspiración, al socaire de las inter
pretaciones interesadas que pudieran derivarse de las prácticas adivinatorias, promulgó
tres edictos sucesivos (años 319 y 320) en los que regulaba la actividad de los arúspices,
prohibiéndoles entrar en las casas privadas y ser consultados. Sin embargo, a aquellos
que quisieran «permanecer servidores de su superstición» les autorizaba a practicar pú
blicamente sus ritos propios. En el tercer edicto se ocupaba del arte fúlgural.
No tuvo reparos, sin embargo —y a pesar del famoso Edicto de Milán del 313—,
en acudir en el año 320 a los arúspices, verdaderos interpretes prodigiorum, para que ex
plicaran el significado que encerraba el rayo que había alcanzado el anfiteatro roma
no. Sin duda, los arúspices lo resolverían en sentido favorable, según A. Kugener, in
dicándole al emperador que aquel prodigio significaba la victoria sobre su rival Lici
nio y que gobernaría en solitario sobre la totalidad del mundo romano. Como
consecuencia de aquella respuesta no dudó Constantino en publicar una nueva dis
posición, en el mismo año 320, por la que permitía que, en caso de que un rayo ca
yera sobre un edificio público, fuesen consultados los arúspices, de acuerdo con las
viejas tradiciones etruscas, siempre y cuando los resultados de la consulta le fuesen
remitidos por escrito.
También se ha argumentado (A. Alfoldi) que las ceremonias con motivo de la
fundación de Constantinopla, en el 324, se llevaron a cabo siguiendo costumbres pa
ganas, que reproducirían, sin duda, ceremonias fundacionales etruscas. Una de las
personas asistentes fue Vetio Agorio Pretextato, conector Tusciae et Umbriae además de
hierophantes, esto es, conocedor de las técnicas aruspiciales etruscas.
Constantino fue, de hecho, muy respetuoso con las tradiciones etruscas, según
se evidencia a través del célebre Rescripto de Hispellum (CIL, XI, 5265) —la actual
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