Page 51 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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«Roma» y  «Tíber», nombres etruscos


           El propio nombre de Roma evoca un gentilicio etrusco. En Orvieto, una de sus
       tumbas facilitó un texto con el onomástico  Velthurus Rumelnas.  Esta última palabra,
       presentada en  caso  genitivo,  presupone  el prenombre Rumele,  que  latinizado  daría
       Romulus,  que ha de conectarse con el topónimo de Roma y con el nombre de uno
       de sus primeros reyes. Asimismo, otra inscripción, grabada en el pie de una pieza de
       bucchero, del siglo vi a.C., dice textualmente fel runates (interpretada por G. Colonna
       como  VelRumates), lo que habla de un etrusco étnico de Roma.
           También el nombre del río Tíber podría derivar del onomástico arcaico  Thihvarie,
       que luego daría el etrusco  Thefarie. Para Varrón (De ling, lat., V, 30), el nombre Tíber
       provendría del de un rey de Veyes.


       El p e r ío d o  a r c a i c o   (535-474 A.C.)

           Durante este período Etruria alcanzó su apogeo histórico, constituyendo su Confe­
       deración —ya perfectamente organizada, si bien ignoramos en qué consistía y qué pla­
       nes desarrollaba— el poderío más importante de la península itálica, controlando, de
       hecho, la totalidad de pueblos en ella instalados, incluidos griegos (los focenses de Ala­
       lia habían quedado eliminados de Córcega) y cartagineses (con éstos habían establecido
       pactos  algunas  de  las  ciudades  etruscas).  Sin  embargo,  no  había podido  dominar  a
       Roma, potencia que no dudaría en ir configurándose como un Estado militar.


        Ocupación de nuevos tenitorios

           Asimismo, a comienzos de este período se ocuparon mediante conquista y, en su
       caso, se consolidaron diversos territorios tanto en la llanura campana, ya visitada ha­
       cia el 800 a.C. con establecimientos en Capua y Ñola, como en la llanura padana, en
       la cual el fabuloso héroe Tarcón fundaría diferentes ciudades y desde donde, y a pe­
       sar de la presión celta, se comerciaría con algunos pueblos del norte de Europa. No
       hay que olvidar que las naves etruscas pudieron enseñorearse durante algún tiempo
       de los mares itálicos, imponiendo una verdadera talasocracia.
           Felsina, antiguo hábitat villanoviano y punto clave de los Apeninos, fue ocupa­
       da hacia el 525 a.C. Dicha ciudad, cuya fundación se atribuía a un tal Ocno (Aucnus)
       de Perugia, hijo o hermano del mítico Auleste, alcanzaría una vitalidad extraordina­
       ria,  sobre  todo  a partir  del  momento  en  que  los  etruscos  conectaron  con  el  mar
       Adriático, convirtiéndose así en la capital del espacio septentrional itálico. Hacia la
       misma fecha, Capua se erigiría en la ciudad más importante de la Campania.


       Carencia de unidadpolítica

          Aunque  la  Confederación  etrusca,  formada por  doce  grandes  ciudades  que  se
       reunían  en  el Fanum  Voltumnae,  elegía a un magistrado  supremo,  el llamado zilath
       mechl rasnal, los etruscos no supieron estructurarse en un Estado unitario y centraliza­


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