Page 57 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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el 414 a.C. para asediarla, los etruscos de
Tarquinia —a quienes se les había pedi
do ayuda— no dudaron en enviar tres ITHVkSPMUI
naves con un pequeño contingente mili LÁKXi
tar —evaluado por M. Torelli entre 150
y 500 soldados— en ayuda de los ate IJC i^¥M H A ® V I?M T iR V M -ÍN
nienses, para colaborar en la destrucción
de aquel enemigo común. W féM M t^M 'IiaO N E
Tucídides (VII, 57) testimonia la pe tayrararocmam
queña ayuda tarquiniense, que no fue ¡;^®VIRTVTm'TONMVS’Kr
enviada tanto por razones económicas
(posible botín) como por motivos po
líticos, pues los etruscos querían ven
Elogium de V. Spurinna. (Según M. Torelli.)
gar las derrotas sufridas. Sin embargo,
el asedio de Siracusa acabó mal para
los atenienses y para los etruscos, pues, derrotados en dos batallas, en el 413 a.C.,
no pudieron ver la eliminación del imperialismo naval siracusano.
Una inscripción en latín, redactada en el siglo i y que ha llegado incompleta, tes
timonia la participación en aquella empresa del etrusco Velthur Spurinna. Tal pieza
epigráfica, de notable interés histórico, dice así: «Velthur Spurinna, hijo de Larth, dos
veces pretor, en el curso de su primera magistratura comandó el ejército en la patria,
en la segunda lo condujo a Sicilia y fue el primero entre todos los etruscos en atrave
sar el mar con una legión. Por aquello le fue ofrecido un escudo y una corona áurea
como trofeo por la victoria obtenida.»
Obviamente, Velthur Spurinna no alcanzó ninguna victoria, pues los atenienses
y sus aliados fueron obligados a retirarse de Siracusa. Sí, en cambio, hubo de salvar
a buena parte de sus compatriotas etruscos de una muerte segura o del trabajo forza
do en las canteras siracusanas. Los supervivientes, en acción de gracias, le obsequia
ron luego, probablemente, con un escudo y con una corona áurea triunfal.
Tal inscripción, sobre lastras marmóreas (uno de los tantos elogia tarquiniensia, es
tudiados por M. Torelli), la mandó colocar Tito Vestricio Spurinna, nieto del precita
do Velthur Spurinna, en el templo del Ara della Regina de Tarquinia.
La tercera guerra romano-veyense
Un nuevo enfrentamiento se produjo nada más terminar el armisticio que Roma
había acordado con Veyes. La ciudad del Tíber, que en secreto había ido preparan
do el ataque contra su secular enemiga Veyes, inició las primeras hostilidades en
el 408 a.C. dirigidas por el dictador M. Furio Camilo, según sabemos por el historiador
Tito Livio (V, 21-23) y por Plutarco (Camilo, 1, 1-4). Muy pronto la leyenda se ocupa
ría de ennoblecer aquella guerra que, iniciada en el 406 a.C., acabaría diez años más
tarde, cuando el precitado dictador pudo conquistar Veyes mediante una estratagema
y no por asalto, según refiere Tito Livio, acción conectada más con el destino que
con el acontecer humano y cuya evidencia tuvo lugar con la manifestación de diver
sos prodigios, entre ellos, la crecida desmesurada de las aguas del lago Albano. Muer
tos muchos de sus habitantes, saqueados casas y templos, reducidos sus supervivien
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