Page 233 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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ban  seducir con facilidad por cualquier cuentacuentos  (9,  11),  sino
       que Alejandro se incorporó a lo que era una sensibilidad religiosa de
       la época, que no sólo apreciaba en grado sumo  a Asclepio, sino que
       concedía un notabilísimo margen de confianza a los oráculos, que por
       entonces alcanzaron una importancia que fue tanta como para que
       con todo fundamento se pueda considerar un rasgo específico de la re­
       ligiosidad de la época33. De hecho  entre los  devotos  del templo  del
       dios  Glicón  se  contaron  además  de los  cazurros paflagonios  gentes
       procedentes de Bitinia, Galacia y Tracia (18) y en general de toda Asia
       Menor (29) y algunos notables romanos, tales como Rutiliano (30)34,
       quien incluso llegó a casarse con la hija de Alejandro (35) y vino a ser
       un importante introductor del oráculo en Roma (32, 48); en otra oca­
       sión habla del hermano de un senador (25), más adelante de la consul­
       ta de Severiano antes de su expedición a Armenia (27), de la mujer de
       un oikonomos imperial que se prestaba a formar parte de los rituales
       mistéricos celebrados en torno al oráculo (39), y para la gran reputa­
       ción alcanzada por el oráculo es un testimonio importante el hecho



         33  R. L. Fox en el importante capítulo que dedica al «Language of the Gods» en Pa­
       gan and Christians (Nueva York, 1987) tiene en las páginas que dedica al oráculo de Abo-
       nutico unas palabras muy certeras: «If Alexander had been a fraud, he was exacdy the
       fraud which his contemporaries deserved: much of his practice conformed to the gene­
       ral practice of great oracles elsewhere, at a time when those oracles were enjoying a re­
       newed prominence» (250). La comparación que va realizando entre los rasgos con los
       que Luciano presenta el oráculo y los que conocemos que tenían otros oráculos de la
       época (241-250)  es  realmente sugestiva y muestra la profunda  contemporaneidad  de
       la propuesta de Alejandro. El sofista de Samosata recoge en distintos pasajes de su obra
       el interés de sus contemporáneos por los oráculos —M. Caster en Luden et lapensée reli-
       gieusedeson temps (París, 1937,225-267) estudió ampliamente las menciones de Luciano
       sobre el particular—, pero hay unas líneas de La asamblea de los dioses especialmente ex­
       presivas, cuando Momo se refiere a la pérdida de reputación de Apolo por sus muchos
       competidores: «Precisamente por eso tú ya no tienes fama, Apolo, sino que ya cada pie­
       dra y cada altar emite oráculos, con tal de que se empape de aceite, tenga coronas y dis­
       ponga de un charlatán, de los  que hay en abundancia» (12.  Cfr. Apuleyo, Apol.,  56).
       Hay diversos textos importante de la época que reflejan la estima y respeto de que eran
       objeto los oráculos; viene a ser la versión positiva de lo que Luciano describe crítica e
       irónicamente. Me refiero, por ejemplo, al elogio que formuló Celso —no creo que fue­
       ra el corresponsal de Luciano en el Alejandro— en la Doctrina verdadera (ca.  180 d.C.) a
       los múltiples e importantes beneficios que recibieron los hombres de los oráculos (Con­
       tra Celso VIII45) o a la respetuosa y detallada descripción, poniéndose él mismo como
       garante, que el periégeta Pausanias hizo del oráculo de Trofonio en Lebadea (Beocia),
       los  distintos  rituales  que  rodeaban  su  consulta y la credibilidad que  merecía (IX 39,
       2-40,2).
         34  Cfr. G. Alfóldy, Konsulat und Senatorenstand unter den Antoninen; Prosopographische
       Untersuchungen zur senatorischen Führungsschicht (Bonn,  1977), 87, 151,215,234.
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