Page 229 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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jandro. A este último, por haber tratado en otra ocasión la figura de
       Peregrino Proteo17, me gustaría referirme.
          Es de señalar que la primera impresión que se obtiene de la lectu­
       ra de la obra es la de que Luciano quiso convencer a sus eventuales
       lectores de que Alejandro  era un personaje realmente detestable18.
       Y en efecto causa una cierta sorpresa que el irónico y con frecuencia
       distante sofista se describa perdiendo la paciencia por los engaños del
       tramposo profeta hasta el extremo de llegar a la agresión física una vez
       que lo tuvo al alcance de sus dientes:

                  Él, como solía hacer con la mayoría, me extendió la diestra para
               que se la besara, y yo, inclinándome como para darle un beso, por
               poco lo dejo manco con el mordisco tan enorme que le di (55).

          Sin duda se trataba de una cuestión personal. No es de extrañar
       que el ultrajado y dolorido Alejandro quisiera corresponder sobornan­
       do a unos marineros para que arrojaran por la borda al voraz sofista
       tan pronto se hallara en alta mar en un viaje  en dirección a Amas-
       tris (56). Pero éstas son anécdotas inverificables y, en cualquier caso,
       posteriores,  una vez  que ya Alejandro  se  había  instalado  con  todo
       boato en Abonutico. Para su juventud y primeros pasos no tenemos
       otros referentes distintos a las mordaces noticias biográficas de Lucia­
       no, que le sirven al sofista de Samosata para mostrar cómo Alejandro
       desde sus más tiernos años fue un perfecto bribón, que desarrolló sus
       raras artes gracias a ciertos educadores aventajados que contribuyeron
       no poco a su particular formación. Luciano cuenta que, aprovechán­
       dose de su condición de guapo mozo, se dedicaba a prostituirse, y en
       una de éstas vino a dar con un amante, que además era un hechicero.
       El sofista dice de él que era uno de ésos que se dedicaban a elaborar
       sortilegios,  encantamientos  amorosos,  evocaciones infernales  contra
       los enemigos, instrucciones para descubrir tesoros y recibir herencias
       (5).  El de Samosata nos está hablando  de la intimidad que alcanzó
       Alejandro con uno de esos charlatanes que debían sacar no poco pro­
       vecho de ese tipo de creencias y fórmulas que aparecen profusamente
       documentadas  en los papiros  mágicos.  Luciano nos relata,  desde  la


          17  «Vida y muerte de Peregrino Proteo», en J. Alvar, F. Gaseó (eds.), Heterodoxos, re-
       formadoresy marginados en la Antipiedad Clásica (Sevilla, 1991), 91-106.
          18  Cfr. los comentarios de M. Caster a su bilingüe en Études sur Alexandre ou le faux
       prophete de Luden (París, 1938). Una revisión reciente de la obra de Luciano, además de
       la ya indicada de L. Robert, que ya demostró de forma convincente la realidad de un
       buen número de referentes aludidos en la obra, la ofrece C. P. Jones, 133-148.
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